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Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Información sostenida y cuerda

Un avión aterriza antes de partir. Los excesos de una rueda se anteponen al motor. Twitter se infla con gas textual mutado. La independencia se hace cada vez más dependiente... ¡de la viralidad! La autonomía se deprecia. Un virus real se corona en la actualidad. La bolsa, como el horáculo, lo sabe todo; pero le sabe mal. La economía sufre sus propias indigestiones, y claro, el mundo se estriñe. Al final, no nos engañemos, aunque a las palabras se las lleve el viento, todo va a la atmósfera; la que sostiene al planeta, la del trabajo o la que da fuelle a los pulmones de las redes sociales. Y en medio de esta corriente //que informa, desinforma, expulsa, succiona, acompaña, acalla al eco o hace ruido// muere un genio del cine, que nos concedió más de tres deseos -que no es poco- a golpe de amanecer. ¡Motor..., acción!!