Estaba escribiendo el capítulo 107 cuando Ella, la protagonista de mi novela desapareció. No dejó ni rastro. El teclado dejó de responder a su nombre y el disco duro se cerró en banda. La soledad de aquella habitación improvisada me cayó encima, de golpe, y me hizo una brecha estanca. Mi rabia rebotaba contra el insoportable eco de la pared, la noche llegaba a su fin y el día prometía tortura... Venganza . Ella se me escapó de las manos y mi vida empezó a desparramarse detrás... por el alcantarillado. Retomé el futuro, busqué en el presente y pasé del pasado. Miraba mis manos, empañaba el espejo con la esperanza de encontrar pistas al vapor, buscaba entre los manojos de mensajes acumulados en el teléfono, caminaba por las brasas que en su día asaron los cimientos del cuento en el que me metí por escrito (hasta el cuello). Pero ni rastro de Ella. La novela se llenó de huecos y perdió su sentido. Convertido en nada bajé a esnifarme la calle con la esperanza de llenarme de tierra f
Por Dani Seseña