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Mostrando entradas de julio, 2013

Martín y su tierra conclusa

Martín no es el tipo más inteligente del mundo, ni falta que le hace, porque es tan audaz y sensible que cede la inteligencia al bien común. Es tan imperfecto como quiere ser y tan feliz como su yo adulto le permite; y eso es mucho. Martín es especial por su naturalidad; y excepcional por su capacidad de expresar los miedos y valentías a contracorriente. Ayer sufrió el ataque repentino, y directo al ojo, de una coma; inmediatamente después su cuerpo respondió con un indeleble moratón... de esos que avisan para evitar la traición. Tras el golpe y forzado por la lesión se guiñó un ojo a sí mismo. Un acto reflejo que le llevó a recordar aquellos momentos en los que su madre le insuflaba ingentes dosis de valor para su propia autonomía.  Acaba de heredar un pequeño terreno familiar aparentemente estéril. Impulsado por el valor y su querida imperfección vital no ha dudado en remover hasta las tierras más ensimismadas y petrificadas con el fin de sacar vida de debajo de las piedras. Co

El bosque y el hipotálamo alumbrado

Me levanté asombrado, con un rayo de sol apuntándome directamente al hipotálamo derecho. Después leí un comentario que amaneció a la par en mi blog. Un comentario sobre una historia que, como de costumbre, había parido en mitad de un sueño, madurado a mediodía y escrito a la noche siguiente. El comentario a pesar de enganchar con el argumento, parecía nacido de la noche anterior. Tenía vida y soberanía propia. Una original independencia que le dotaba de paralelismo complementario. Antes había cenado solo, brindado por mi bosque de 50 metros cuadrados con vistas al mar de dudas (que ya no tengo pero que cuido con mimo) y estacionado mis pausas estancas; esas que alimentan las pérdidas de tiempo. La historia hablaba de un silencio que pedía a gritos abrirse paso entre tanto ruido. Caminaba a susurros, las palabras sinceras eran sus mayores aliadas. Tenía que encontrarse con la soledad para abrir con su ayuda un hueco/tunel vital en mitad del caos (extraordinariamente ordenado) q

La bofetada medio llena

Porque vivir en un sueño es morir en vida, así que ¡Despierta! Se lo dijo con dureza, con cariño, con la esperanza de verle reaccionar. Pero Mario estaba capturado de párpados para adentro, secuestrado por una vida que no era la suya. Como el yonqui que incondicional se entrega a su heroína o el bebé que inconsciente no ve más allá del todopoderoso pezón materno... Y ninguno de los dos quiere salir de su cuento, porque sólo en éste encuentran el consuelo de la placentera y letal mirada protectora. Al final (o en medio) Mario despertó. Abrió los ojos. La luz le cegaba y sentía frío a pesar de los 35 grados a la sombra del madrileño julio. Perdido, avanzaba en su retroceso a la vez que retrocedía en sus avances, siempre buscando lo paradójico de sí mismo. Lo primero que hizo fue mirarse al espejo, pero no asomándose a su rostro sino enfrentándose al margen trasero del reflejo. Ahí encontró un breve consuelo con forma de cepillo de dientes y las llaves de su casa que