Se estaba muriendo , pero no quería moverse del Banco 54 . Fue una mañana larga. Aquel señor , cuyo nombre no me quiso decir, me agarró del brazo y me pidió que le contara una historia. Me muero y has de ser tú quien me 'deje en paz' . Le pregunté por qué yo, qué tipo de historia, cuándo... cómo. Pero no me contestaba. Tan sólo narra, pero narra bien, porque si no, no me moriré tranquilo; y eso terminaría pesándote . Nunca había estado tan cerca de una muerte anunciada. Se mostraba tan persuasivo -sin mencionar la fuerza que le quedaba en el brazo-, que no tuve escapatoria ni argumentos para construírmela. Está bien. Lo haré . Inmediatamente noté que aflojaba y se relajaba. Eso me animó. Me acordé de la historia de Martínez (mi viejo amigo asesinado por el Turco , que no termina de morir... por aquello de no aceptar su mu erte), pero la descarté. Entonces empecé sencillamente a contar. Él se convirtió en mi protagonista. Imaginé de dónde había salido y cómo había sido su vida
Por Dani Seseña