El lunes vi a un hombre muerto en la calle . No es ficción, es real. En la acera, a unos metros de mi portal. Eran las 7 de la mañana, me dio por salir a correr, porque en el fondo trato de mantener la forma. Tracé mi recorrido habitual , un círculo corto que rodea mi barrio. A mitad de camino veo de lejos a dos tipos y otro en el suelo. Un mendigo se niega a levantarse del suelo y ellos intentan convencerle, pensé. Pero a medida que avanzaba hacia ellos, iba aclarando la vista. A esas horas, en ayunas y con musiquilla comiéndome la oreja a través de los cascos, digamos que se hace difícil disipar la neblina propia de los ojos. Pero voy a tardar años en quitarme su cara de la cabeza. Estaba muerto. Azul. Con gesto de dolor , los ojos abiertamente cerrados y una mano anclada en el bolsillo que tapa el corazón. No era un mendigo expropiado debidamente de sí mismo. Iba bien vestido, tendría unos seseta y muchos o setenta y pocos; por ahí andaba... Cuando llegúe a su altura , no dudé,
Por Dani Seseña