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Mostrando entradas de 2012

Direcciones sin embargos

Cuando empecé a alimentar este blog tenía 32 años , así que estaba más cerca de los 20 que de los 40. Para mí, alguien de 40 era como un jefe; una especie de adulto ejecutado por el hábito de serlo; un padre con aspiración a ser todopoderoso. A los 32 aún pensaba como a los 22 que a los 40 lo establecido se abriría paso entre lo inestable. A los 32 soñaba con que el cine era el formato definitivo junto con la novela. Y ahora, recién cumplidos los 40 , no sé qué viene mañana, pero sí qué toca ahora. Sé que una película sólo es el comienzo de una bonita multiplataforma de versiones narrativas y sé que por mucho que me empeñe en planificar todo, todo termina saliendo según lo no planeado; lo que no significa que haya aprendido a tomarme las cosas con más calma. Esa breva no caerá, al menos a los 40. Asumo mi contradicción de cine. A los 40 he conocido a Julián Molino . Un señor de 40 a quien acaban de embargar sus palabras. Desahuciado de sus ideas y con el ombligo lleno de herida

Foto de un detalle extraviado

Llegué a la consulta del dentista con muchas cosas en la cabeza. Me senté, previa radiografía, en el diván dental. El doctor Saturno fue claro : He de anesteriarle antes de proceder . Como nunca pregunto, dada la confianza que tengo en su proceder, me relajé, dando por hecho que con su habitual silencio sanearía mi palabra. Nunca siento dolor durante la cura y salgo a la calle con la confianza de saber que lo que digo es cierto. Lo pienso entre dientes y lo verbalizo con eco en el estómago al andar. Pero esta vez pasaba algo extraño. El doctor Saturno me colocó un espejo delante para que no perdiera detalle de lo que pasaba por ahí dentro (la antesala del interior).  No sé qué necesidad o empuje le llevó a tomar esta iniciativa. El caso es que del espejo salté directamente a los bronquios y me perdí un rato en mi propia respiración. Aquello no era como imaginaba, un mundo desconocido lleno de pequeños detalles; todos esos que pisamos sin querer. Por ejemplo, me encontré con mi abu

La última tecla

Muerto internet se acabó la rabia, muerto internet se acabó la rabia ... Lo repetía una y otra vez mientras absorbía, como si fuera un fideo, la penúltima tecla de su ordenador. La última la conservó de recuerdo. Y ahora, muerto internet se acabó la rabia . Tras este eructo compuesto, se fundió en un abrazo consigo mismo y se guiñó un ojo por detrás (también a sí mismo) en un claro gesto de complicidad con quien nunca fue (y que siempre fue).  Al día siguiente Darío Zaco respiraba mejor, tenía los dientes libres de restos de palabras incómodas, las fosas nasales algo cabizbajas pero dispuestas a ver por dónde respiraba la cosa ahora, y los sentidos a flor de piel. Había recuperado la mirada tras haberla perdido entre pantallas. La voz , eso sí, aún seguía algo desincronizada con su boca. Entraba tarde. Unos segundos más tarde que el gesto. Aturdido y feliz por haber acabado con la rabia, no cayó en el más obvio de los errores: pensar que internet se disolvería con sus ácidos interiore

Góndolas de secano

Vengo de charlar con Pedro Turbio . Ha vuelto a España después de 20 años ejerciendo de gondolero en Venecia . Dice que ya no queda agua,  sino la impresión líquida de un elemento que nos hizo flotar; y en ocasiones, reflotar. Y ese elemento no soy yo . Como tiene un dinerillo ahorrado y muchas ganas en el agujero del bolsillo, va a montar un negocio propio de barquitas en Madrid. Dice que existen canales por donde discurre un flujo sin color, compuesto por millones de millones de palabras que nunca han llegado a pronunciarse; por falta de tiempo o por partir de ideas ocurridas fuera de lugar. Y ese flujo es 100% navegable, asegura.  Como ocurre con tantos personajes de Periodismo Ficción, Pedro Turbio quería flotar dentro de un contexto . Impulsado por la emoción de verse tan real como la ficción misma, no me ha dejado pagar ni una ronda. Es más, en esta ocasión me he permitido dar la vuelta a la película y le he pedido que me deje participar de su idea. No sé, me ha pillado desprev

Por el buen contexto

Ayer me encontré con Mariano Zas. Venía de su trabajo. Relaciona contextos y saca conclusiones , después las archiva en una memoria externa y recupera la suya. Así día tras día. Extraído de una idea que tuve hace mucho tiempo y que hoy reaparece en esta coyuntura extraña, de madrugada, a pleno sol de la noche, decidí sentarme un rato a charlar con él. Apagamos los móviles y desconectamos con el mundo exterior para centrarnos en la situación.  Lo primero que me dijo, una vez pedimos los cafés y disparamos las frases de inicio, fue que debía resintonizar los canales. Qué canales , le pregunté. Los que programaste con el cambio . Qué cambio , repregunté. Aquel que empezaste cuando se te ocurrió que yo debía tener sentido. Me dejó de piedra, pero tenía toda la razón. De hecho, un relacionador de contextos como él que cambia de memoria en función de las circunstancias sólo podía tener sentido si establecía un nuevo sistema de canales dinámico s; pero el dinamismo en algún punto se paró, me

Pulpos de secano y otras teclas no pulsadas

Salí con prisa de casa, sin mirar a los lados ni al frente, ni detrás. El resultado fue un fuerte golpe conmigo mismo al no verme venir, que me llevó hasta lo más profundo de la superficie del asfalto. Un señor con cara de pocos enemigos llamado Evaristo me levantó y me sentó en una banqueta de metal, junto a un puesto de pulpos extremeños . Tómese esto, le vendrá bien . Me ofreció un vino blanco y un pincho de pulpo de dehesa propia. El efecto fue inmediato. Como el mejor de los lexatines tomados a tiempo, dejé las prisas y me quedé charlando con este tipo. Me contó que en su día fue espía , pero que dejó de espiar porque terminó vigilándose a sí mismo. También yo me tropecé como usted , me dijo y se echó a reír. ¡Qué cachondo! pensé.  Al tercer vino descubrí el punto a este tipo de pulpo de interior. Al principio cuesta de digerir , me decía Evaristo, pero luego entiendes que a veces el mar no lo es todo . Me lo decía él, un exespía de secano que había navegado por las agua

De vuelta entre cambios

Vamos allá... Estaba en una especie de pausa bloguera (desde julio) cuando un señor se me acerca en la mitad del súper (entre las coliflores y los trigueros dubitativos) y se presenta como Sr. Percha. Me habla de él y de un hueco que se le había ocurrido en lugar de una idea. Metido en su propio resquicio me asomo desde un lado y trato de entender mi propia pausa a base de no escuchar prácticamente nada de lo que me cuenta. Entonces me sujeto a su nombre y comienzo (por fin) a escribir, y él a describirse (dibujarse) en un espacio desconocido.   Caminamos entre secciones. El tiempo pasa despacio cuando entras en menaje y deprisa en pescadería. Se para en vinos, rebobina en yogures, se traviste ante el fiambre y se tuerce al final de todo. Condicionados por él -por el tiempo- el Sr. Percha y yo nos dejamos llevar por sus cambios inmutables. A veces me siento más cercano al espacio y dependiendo de la temperatura de mis ideas, me arrimaba más o menos al tiempo. El hueco es grand

La prima de Riego

La conocí por casualidad. Unos amigos y yo comentábamos la vida mientras custodiábamos la barra del bar "De siempre". Entonces ella entró por la puerta por la que nadie pasa. Por esa que convierte en invisible al más pintado, pero por una extraña conexión yo la vi en todo su esplendor... Y ella a mí también, pero con menos brillo. Camuflados por el bullicio empezamos a hablar, no de la vida, sí de nuestras cosas. Se presentó como la prima de Riego, una republicada convencida (sí, con D ) que necesitaba contrastar lo que mi viejo amigo Riego le había contado sobre mis personajes. Aunque sabía con certeza que no era un personaje de ficción sacado de este blog, albergaba alguna sospecha de estar encarnando una posición ajena. Al parecer, un tipo de interés que le tiraba los tejos también le rondaba la cabeza : la intención de asaltar un hecho real y devaluar su moneda hasta taparle la cara con una cruz . Tienes motivos para dudar, le dije. Entonces abandonamos la barra y nos

Un aplicado y latente asesino

Ayer leí un mensaje en un móvil ajeno. Se lo mandó alguien a alguien en el autobús y alguien como yo (un entrometido nato), en medio del asunto lo recibió sin querer. Hablaba de mí; describía cómo y cuándo debía ser ejecutado . Antes de bajarme del autobús miré los ojos de mi latente asesino para comprobar si me reconocería. Jugaba con ventaja, porque sabía -por lo que indicaba el mensaje- que no me mataría ahí, en ese momento. Ni me miró. No se inmutó. Era casi un treintañero con cara de haberlo suspendido todo sin aprobar más que lo justo, y mueca de desear romper sus primeros platos... Seguramente, acomplejado por ser un experto en pagar los rotos por sistema. Volví a subir al autobús. Para no llamar la atención, compré el billete de nuevo. Sólo una señora al verme puso cara de déjà vu . Es más fácil así (volver a entrar); cómo va a pensar la señora que un tipo baja y vuelve a pagar para subir al mismo autobús. Para darle más emoción al asunto, me senté junto a mi latente asesino ,

Fiscalía cuántica

Fue Chuménez el fiscal , quien me lo advirtió. No se equivocó. Ayer a las 21:21h mi sombra me apuñaló por la espalda . Era un día luminoso y apenas tenía donde autopotenciarse, pero encontró un rayo sin luz del que sacó la energía suficiente para ejecutar un supuesto plan. Ahora, con el flexo apagado, trato de entender sus motivos. No es fácil. Está parcialmente desglosada y separada de mi talón;  su cobijo predilecto.  Siembre la tengo en cuenta para todo. Le cedo el paso, chocamos las manos, contrastamos, peleamos, compartimos reflejos y siempre terminamos fundidos en la oscuridad de los sueños que no tenemos. Pero Chuménez, que es perro viejo en esto de la desconfianza por defecto, me invitó a practicarlo con mis propios pasos. ¡No te fíes ni de tu sombra! Pensé que no era más que un tópico, vertido por la típica necesidad de un letrado de retorcer el camino más recto. No le hice caso y ahora, como decía, intento entender. Será porque debo de ser de los pocos que se para a escuc

24 Horas y un segundo

Hoy es uno de esos días en los que soy consciente de que tengo -casi (a falta de 5 meses)- 40 años. El motivo es que hago recuento y veo que llevo dos años corriendo (no es una metáfora, o sí), corriendo como deporte habitual; y este mes 4 veces por semana y saliendo de casa a eso de las 6 de la mañana . Dicen que este fenómeno es muy habitual a partir de estas edades, cuando deportes 'extremos' como el fútbol, el tenis o el baloncesto quedan al otro lado de la pantalla del televisor, mientras nos convertimos en espectadores con tendencia a la euforia ajena.  Como decía, hoy ha sido especial... Me levanto y me planto en la calle con mis Asics Gel Nimbus 12 (¡Estoy tan orgulloso de esta compra, y eso que son horteras de cojones !), con la camiseta de una carrera que nunca corrí y mi malla imposible de Decathlon. Objetivo : una hora de ejercicio y 10km a completar. De fondo mi "playlist" programada para mantener el ritmo, no aburrirme y que suene la Marselles

Dale una vuelta

Por Elías Noger Me acaban de contratar en una empresa creativa . Sí, una de esas que están gobernadas por auténticos mediocres capaces de pasar por alquimistas, gracias a la habilidad de convertir una saco de tópicos en frases seductoras en 'modo twitter' e irrefutables cuando se pronuncian en conferencias, por ejemplo, sobre innovación . Pero el trabajo sucio, la pica y la piedra, las hostias y demás, caen sobre gente devoradorora de cabeza propia y Lexatín como yo. Porque para eso me han contratado y el eje o la premisa de mi fichaje se resume en una frase: Dale una vuelta al tema. "¡Elías, dale una pensada a esto y luego nos reunimos!". Darle una pensada -otra versión de la puta frase- significa que coja la propuesta del cliente iluminado de turno y la transforme en una moto imposible de circular, pero que resulte  irrenunciable para el que paga. Me pagan una pasta , no me quejo, pero a cambio, además de mi alma -esta la regalé en la primera entrev

Alemania y Los Rescatados

Más que unas semifinales, esto parece una circunstancia pop de los años 80. Ella, Alemania llevando la voz cantante y unas pelotas de campeonato; y ellos (Italia, Portugal y España) coreando bajo nombre propio, Los Rescatados . Jugadas, estrategias, balones fuera, salidas de tono, actos fallidos, bocazas, golazos (directos o de rebote), peloteos, tanteos de unos con otros... Y todo dentro de un marco de hierba sembrado de salivazos de los implicados en el juego. ¡Goooooooooool! Dice el deseado estribillo... Pero Alemania no entiende de esternones hinchados , ni de fueras de juego, sólo de hinchas dispuestos a darlo TODO por sus pechos; esos capaces de alimentar a un continente entero. Alemania es completa, no es bella, para nada, pero atrae. Tiene la virtud de jugar con todos y a la vez, manejar las mismas tarjetas (rojas y amarillas) que supuestamente administran los árbitros. Ella es grande , canta y expulsa, sonríe y regaña, marca el ritmo y los acordes de la canción, repart

La antena y el estómago

Ayer me comí la cabeza . Hoy la tengo en el estómago. Me cuenta que todo por ahí dentro anda algo revuelto, pero no me da detalles. Intento hacer de vientre para echarle un cable, pero me pide que mejor haga de mí mismo. Mañana no sé que pasará conmigo. Decido quedarme en blanco pero no lo consigo y, como se dice en el argot televisivo, me voy a negro ; es decir que me fundo para esperar a que empiece otro espacio. Al día siguiente arranco. Todo está en su sitio. Todo excepto yo , que no sé dónde coño estoy. Me miro a las manos y no las veo, trato de escuchar mi voz pero sólo me llega el aliento de lo que pienso. Cuento hasta 10, y se me olvida el 9. Ahora es el estómago el que se me sube a la chepa, que no a la cabeza. Y sin saber por dónde ando, él manda sobre las ideas. Empiezo a notarme más entrañable y discontinuo, desde un punto de vista más visceral. Y de pronto me acuerdo de que toca ir a la consulta de la antenista . Una vez sentado frente a ella activo los cordo

Codos y recodos

Ayer pasé por un resquicio que nunca había atravesado y llegué a una habitación con forma de simpatía. Como me sentía bien ahí dentro me quedé, pero pronto empezaron a caerme chuzos de punta... Simpáticos, pero con intenciones huecas, que como ocurre con las balas (según las películas), te revientan por dentro. En este cuarto el tercero era yo. Un podio con los dos primeros escalafones vacíos y un bronce condenado a agarrarse a mi cuello. Pero lo más incómodo de esta situación era la apisonadora del silencio , porque tenía tanta densidad que al pronunciar una palabra (con o sin sentido) la devoraba antes de que se me ocurriera. Entendiéndome a mí mismo como perdedor y admitiéndome como persona sin derecho a ser víctima , busqué un camino de retorno para dar un paso adelante con algo aprendido. Recurrí a algunas lecturas de otros terceros; recopilé lecciones; recuperé frases que pensé no había registrado; administré bofetadas recomendadas y recomendables; y cuando conseguí saltar mient

El lado lento de la rapidez

Se dio cuenta tarde, pero decidió seguir adelante. Fueron los 100 metros más largos de su carrera al mismo tiempo que incomprensiblemente batía el récord olímpico de velocidad. Hablo de Usain Bolt . Sí, sí, el mismo. El más rápido. Ayer me envió un email y después quedamos para tomarnos un vinito en la taberna del Tío Fausto de Castrunteriza . Nadie, ni los miles de fotógrafos congregados en su día en el estadio olímpico se dieron cuenta... Pero el hombre récord salió a la pista con el pie izquierdo calzado en la zapatilla derecha y viceversa.  De él ha quedado su hazaña para la galería, para la historia, pero  me cuenta Usain que lo que pasó por su cabeza durante esos 9,58 segundos es mucho más relevante que haber volado sobre las principales portadas del mundo. Escuchó un diálogo que provenía de las tripas de un rival (sin rumbo) e intervino para contar (desde el estómago) detalles de su dura infancia. No se conocían, pero ambos pusieron sobre la cancha sus aspectos más

Entrada de párpados para adentro

Mañana me voy a encontrar mal, hasta entonces, tengo tiempo para estar mejor. Me pondré un libro en la cabeza para paliar la cosa. No dejes para un rato lo que no puedas dejar de hacer en extrañas circunstancias , me decía mi abuelo; después cerraba los ojos y se echaba una siesta de dos horas. Estoy y soy un enfermo, portador de una enfermedad que no figura en los mapas, sin embargo yo la padezco, por eso sé que mañana me voy a encontrar peor que hoy. Lo jodido sería que no te encontrases , bromea siempre mi amigo Pol Regata . Lo que no sabe es que me ocurre a menudo; en concreto, las noches de luna menguante, después del pis de media noche. Me miro al espejo y en mi lugar hay una taberna inglesa llena de gente que se encuentra bien. Me gusta encontrarme mejor sin dejar de hacer esas cosas en extrañas circunstancias que decía mi abuelo. No me molesta perderme invisible en esta tasca llena de humos cargados de notas sin narrar en inglés. No sé qué relación tiene mi malestar co

Parado a toda velocidad

Perplejo quedé, y sin perder tiempo me metí en una caja de zapatos con los cordones dentro. No sin antes, claro, hacer unos agujeros pensados para recibir ese aire que me faltaba por dentro. No me quedaba otra salida que la expiración. Terminé. Aquel mal sueño me tiró de la cama. Así fue como construí mi puente subterráneo y entré hacia afuera de forma entrecortada rozando los exteriores del interior. En ese puente cedí el paso a las vicisitudes e idiosincrasias de los vecinos más molestos. Después comencé a recorrer sus kilómetros mientras no avanzaba. Ahí, completamente parado a toda velocidad, sentía pasar la vida vivida de la mano de la no engullida. ¡Y todo...! -Me repetía una y otra vez- ¡...Por un mal sueño! Una pesadilla en la que un político con cabeza flexible y oblonga me invitaba a una partida de dardos. Desde su invitación me iban desapareciendo centimetros. Empezó por un meñique, siguió por un recuerdo, después el primer beso con lengua e inmediatamente después

Ciencias Oníricas, un sueño significante

Se llama José María Taneque, tiene 56 años y es ingeniero del sueño. Estudió Oníricas después de descartar Ciencias de la Excusa . No fue fácil la decisión, desde crío manejaba argumentos como nadie; era un virtuoso de la excusa aplicada, un experto de la no implicación, un mago del desvío de llamadas de intención . Tenía nota de sobra para estudiar lo que quisiera, pero finalmente cayó en un sueño que le despertó de la excusa. Me cuenta que está trabajando en el desarrollo de una máquina que separa los símbolos de sus significados; los centrifuga y los estudia. Toman forma, también sueñan, se emancipan por momentos, absorben esperanza en plena desesperación metafórica; dejan los quicios para las sacas, que no las salidas. Viven y mueren en la misma tabla estratégica que los significantes iconos. Vamos, que se miran a sí mismos de reojo... Y eso que no tienen vista. Confiesa que puede pero que no quiere. Admite que siente ser mejor sujeto cuando predica*. Vislumbra c

El hábito que las hizo gemelas

Creían ser gemelas , pero eran hermanas de clausura. Monjas por devoción y huídas a media noche por la calle del medio (no como Lucía y sus botas que tíró por Final con Delirio). No se parecían en nada, de hecho no eran ni opuestas, lo que les habría otorgado al menos la similitud de la diferencia. Sin embargo, no se separaban jamás y cosían argumentos en un mismo telar con el que un día -soñaban- cubriría el hueco que la genética dejó.   Tenían el hábito  de refugiarse bajo una misma fe que no les daba para mucho. Algún armañac que otro y unas patatas fritas artesanalmente. Las magdalenas eran para las madres superioras. Había muchas, superioras. Nunca existió una misma madre para las dos . Esa era la ilusión que les alumbraba las noches cerradas; ese lapso que, al dormir separadas, aprovechaban para conectar apetitos y cohesionar confusas infancias. Cantaban al señor con recelo, aunque sabían sonreír para disfrazar el sentimiento. Rezaban por fuera, deseaban otra vida por de

Tirando por Final con Delirio

Es lo único que quedó de ella. Sus botas y una flor junto a un árbol sin ambición. Lucía era ambiciosa y sofisticada. Anclada en el posmodernismo pop de los 80 no supo gestionar sus ansias de absorción ilimitada. Eran tan intensas que, por ejemplo, cuando pronunciaba las haches aspiradas en público (o para sí), las dejaba sin sentido, sin aliento. La falta de ortografía y de autocontrol terminó absorbiéndola en sí misma. Y ahí está su féretro natural, el que podemos ver en la foto captada poco antes de la última lluvia. Ahora ya no queda nada. El epitafio corre a cargo del viento que todo lo transporta. Lucía empezó su vida por la calle del medio . Renunció a apoyarse en referentes para no reconocer méritos ajenos. Tiró por la calle de al lado , donde abrazó ese posmodernismo ochentero del que ya sólo quedan las botas. Abandonada a su suerte pero llena de estímulos adquiridos y absorbidos como elementos de una colosa colección de valor incalculable, Lucía quería seguir lucie

Procesando

Este post es una respuesta. Ante la pregunta de el/la fiel lector/a apodado grp , sobre si estoy recortando... Contesto en modo entrada: Es posible que los efectos austeros contagien a las ocurrencias . Si bien es cierto que no cesan, porque siguen circulando entre ideas no expresadas, células, bacterias, nervios y pensamientos tan puros como impíos, igual de cierto es que encuentro más obstáculos (tangibles e inexistentes) a la hora de llevarlos al 'papel'.  Tengo una legión de personajes atrapados  peleándose por ser entrevistados. Hay de todo: dos hermanas que juegan a ser gemelas cuando sólo son monjas; un ingeniero del sueño , que no pega ojo; un niño con muy mala hostia que no hace más que buscar las cosquillas a todo el mundo, pero que él no responde a dicho estímulo; un vendedor de excusas ; una aventurera muda que habla por los codos gracias a una aplicación; un inventor deprimido ; una deprimida que comercia con activos de optimismo tóxico... En fin. Un mun

Ocurrió al invertirse

Tres digestiones cortadas, una bocanada de aire seco y dos caricias como bofetadas después, Gutiérrez El Poli , salió por la puerta grande para caer en saco roto. Siempre quiso invertirse, pero no contó con la posibilidad de colarse por su propio agujero. Así ocurrió. Y ahora está postrado en un suelo frío, solo y desamparado. Sin nada. Con el recuerdo de la mala digestión y las caricias tórridas del aire más áspero, capaz de susurrarle que no vale nada. Gutiérrez El Poli es de los que nunca resbalan sin antes asegurarse de que pueden hacerlo. Nunca perdió ni un segundo, ni un duro, en desaprovechar los recursos que tenía a su alrededor. Fueran del tipo que fueran. Todo eran recursos, incluso él . Se miraba en los charcos y se encontraba atractivo. Entonces entendía que encarnaba un valor en sí mismo.  El problema es que lo llevó demasiado lejos. Perdió la perspectiva y dejó de ver la línea que separa al saco de la vida; la piel de las vísceras; la masa gris de las ideas... 

Enviados en bandeja 'expropia'...

El despertador dejó de sonar y Julio entró en coma. ¡Qué punto, pensó! Siempre ha sido de humor fácil. Ayer me escribió -no sé cómo lo hizo- desde su propio Estado (poco dado al intervencionismo emocional). Debió de darse por dentro una expropiación de cosas por decir. El email estaba lleno de silencios tan escandalosos que irritaban los tímpanos mejor acorazados. Reconozco era la palabra más usada, casi tanto cono lamento . Pero también se reconocía detalles que había tenido y que jamás nadie se los había reconocido. Gestos tan eficaces para terceros como invisibles en el retorno propio. Se trataba, en definitiva de un texto que buscaba una reconciliación con la carpeta de Pendientes . No es la primera vez que recibo un correo enviado desde el subconsciente de otra persona. Pero sí, la primera que me lo manda alguien que está entre la vida y la muerte. O eso dice. No tengo referencias; únicamente lo que me manda desde Estado intervenido desde dentro... Y por supuesto no me pi

La humedad subjetiva del cuadro

Del muro más seco de su piso surgió una tenebrosa humedad con cara de pocos amigos, que no de Bélmez . Entonces comenzó a dialogar con la pared. El gesto de aquel rostro mohino no cambiaba, pero Mario intentaba que al menos se pronunciara. Le habló del jardín donde perdió la virginidad y donde se dejó una historia que no volvió a encontrar. También le contó cómo se las apañó para salir de la primera vez que se hundió en un vaso sin agua . Le confesó que no era el tío más honrado del mundo. Lloró cuando se acordó de la muerte de su lagartija Pancho ... Más que nada, porque no fue una muerte sino un homicidio involuntario; dejó a su alcance una idea suicida que no supo procesar. Agotado, se quedó frito sobre la alfombra marrón. Al despertar comprobó que la humedad estaba seca y con una semi sonrisa a medio esbozar apuntándole directamente. Le preguntó por su cambio de actitud, a lo que la humedad seca respondió con un llanto sincero. Cuando dejó de lloriquear le contó que no sabía

Nota de una historia y 100 estaciones olvidadas en un bloc de notas

Había escrito una novela completa en el bloc de notas de su smartphone. Idea a idea, personaje a personaje , trama tras trama, las había parido entre las estaciones de metro que Román transitaba a diario. Con esa plácida y necesaria ambivalencia de cariño y rabia fue dando forma durante meses a una historia formada por cientos se afluentes e influencias. Algunas venían de fórmulas interiores, otras directamente importadas del exterior y otras tantas procedían de un espacio desconocido... Era su esfuerzo, su trabajo personal. Una vida paralela que alimentaba de vagón en vagón y que un buen día al encender el teléfono se llevó la fatal sorpresa de descubrir que la novela había desaparecido. No había rastro de ella, ni en la nube ni en las entrañas del teléfono. Como consecuencia inmediata Román se reencontró con el asma y como daño colateral se pasó dos estaciones y tres pueblos. Confundido, sin aire y con sudores fríos (netos) se bajó del vagón en una parada virgen para él: Palos en

Me cuento por dentro...

De nuevo en el metro me encontré conmigo, pero en versión chunga. Me explico. Salgo de un vagón vago; se había parado porque sí. Entro en otro ¿Por qué no? ¡No me iba a quedar entre vías (de escape)! Y cuando entro, me siento junto a mí. Tengo cara de pocos yos ; me lanzo una mirada de superioridad a nivel del hombro (por encima, imposible) y voy y me respondo con amabilidad (al enemigo ni agua, eso sí, con una sonrisa). Vamos en la misma dirección, pero en distintos sentidos y por supuesto a diferentes estaciones. Veo que hago un amago de bajarme aquí y después allá... También sé dónde tengo que pararme. Sigo sonriendo, aunque temo quedarme con cara de gilipollas de tanto forzar (para reforzarme frente a mi propia hostilidad y ansias de individualidad). Me gruño, me insulto , me entiendo... Juego mi propio derbi en el qué sé con quién voy a pesar de jugar contra él. Por supuesto sé quién ganará el partido. Y aunque en esta cancha el perdedor no desciende a segunda... ni deja

El terrorista de la célula madre

...Cuando despertó se levantó en una comisaría donde le acusaban de ser un terrorista y de pertenecer a la célula madre . Confundido hizo la llamada de rigor, marcando un número -tirando de subconsciente-. Pero no había nadie al otro lado. Volvió a la celda donde siguieron interrogándole.  Él lo percibía todo con una capa de neblina como filtro ante el exterior. Similar a ese momento en el que el despertador te saca de golpe de una fase profunda del sueño. La diferencia es que este estado empezaba a prolongarse demasiado y su identidad no aparecía por ningún rincón de su cabeza. Mientras tanto los policías seguían friéndole a preguntas sobre su pertenencia a la célula madre.  Se miraba las manos, examinaba con detalle cada pliegue, cada poro; se miró de reojo en un reflejo de la mampara de aquel cuartucho. Esa no es mi cara, pensó. Pero no sé qué cara tengo. De dónde he salido. Y así, palpándose poco a poco iba aumentando su angustia.  El poli bueno trató de hacerle en

¿Qué te pasa?

Ayer conocí a Hernando Alonso, un millonario que nunca ha perdido el conocimiento ni las ganas de comer, sin embargo se confiesa heredero de los males mayores. Estaba leyéndome la página número 212 de un libro sin hojas cuando se presentó delante de mí con una grabadora en la mano izquierda. Con la otra, la derecha, sujetaba el pensamiento, presionando la sien 'central'. De pronto se arrancó a hablar y me lo contó todo sobre el día en que todo ocurrió. Era un día normal, iba sin prisas por la calle con la seguridad dual que le caracteriza (la financiada, para evitar agresiones por vergüenza y envidia ajena, y la propia). Miraba altanero al cielo y a los lados. De repente sufrió un golpe interior y se quedó mudo, con gesto de angustia , retorcido y tirado en el suelo por no poder enderezar las piernas. La seguridad (toda) le abandonó en el mismo sitio. Dos políticos y dos políticas que pasaban por ahí empezaron a discutir sobre su estado. El del Psoe aseguraba que era una

Transferencias de bajón

Lo había experimentado en sus carnes pero sólo durante un día o dos. También lo conocía por los testimonios de los demás, amigos, conocidos y enemigos. Pero ahora era diferente... Llevaba dos semanas de bajón (o más) , hundido en la mierda, dando importancia a todo sin tener en cuenta nada. La risa había desaparecido del panorama interior, la muerte cobraba vida, el abandono era un hecho, las puñaladas daban forma a la incesante lluvia de aquellos días, a pleno sol. Ahora entendía aquello de no levantar cabeza, porque nada le pesaba tanto como ésta. Las piernas se habían convertido en dos pedruscos con poco ánimo y menos gracia. Nunca había pesado tanto estando tan delgado. Y lo peor es que estaba tan obturado que no podía ni pensar en el porqué de su depresivo estado. No se trataba de desear desaparecer del mapa. Sencillamente estaba hundido y sin ganas de hacer esfuerzos por estar mejor. Aquello era diferente... No tenía nada que ver con ningún estado de ánimo conocido. Años despu

En la taza de la autocrítica

Después de una noche de autocrítica encerrado en el baño, ha salido indemne de las garras purgativas. Lo más duro, ponerse de acuerdo con algunos conceptos incómodos. Lo más agradable, darse cuenta de que nada es tan grave como (a)parece en mitad de la noche. Hernando Gurmi tiene 60 años y encaja en su edad, aunque a veces salta al vacío de los 40,  se tropieza con los 30 y los 10 le ponen la zancadilla como parte de la picardía propia de la edad; tanta como mala hostia preadolescente.  Cuando camina suele (intermitentemente) sentir que lleva una piedrecilla arraigada en el calzado izquierdo. Se descalza, revisa el calcetín, se sacude previa agitación, mira al cielo, recuerda episodios del pasado y se caga -cito palabras textuales- en la " puta madre del cordero ". Pero tras la noche de autocrítica ha logrado entrar en el súper sin sentir vértigo ni miedo ante la ausencia de planes. Es más, observa la pantalla de los vigilantes (con emisión en abierto) y se ve a sí mismo pa

En tela de juicio bajo tierra

Me echan monedas... ¡hasta billetes de 10 y 50€! Voy arreglado, sólo estoy algo mareado y sentado en el suelo del metro por no poder sostenerme en pie. Soy abogado , pero no puedo pararles y decirles que no necesito su dinero. No me sale la voz. Estoy preso  en este pasillo... Bloqueado, encerrado y cubierto por aquella tela de juicio que usaba mi padre para tejer el amor hacia mi madre, la gran fiscal en estado permanente (somos 15 hermanos). La superficie de mi maletín tumbado se ha deprimido por la gravedad del dinero... Y no para de hundirse. Yo, mientras tanto, sigo sin saber qué razón inmaterial me impide levantar la cabeza y erguirme como Dios siempre me indicó. Empiezo a detestar el sonido del dinero, la caridad... No puedo defenderme de este ataque absurdo. No sé si me miran mientras tiran su circulante. ¡Nos sabéis lo que llevo en el maletín, desgraciados, no lo sabéis! ¡Con estos papeles sabríais lo fácil que me resultaría hundir vuestros culos en la miseria. Por fin co

Abandono de impresiones tras los párpados

Quería hablarme de UN INVENTO REVOLUCIONARIO , gritaba en el último mail que me envió. Pero hoy ha aparecido muerto en su piso... Sin síntomas de nada. Con todo por contarme. Ahora, con un nuevo mail suyo en mi bandeja de entrada y un documento adjunto titulado la aplicación , continúo con la historia.  Pero antes de seguir, que no se me olvide un detalle importante: el protagonista fallecido se llama Carlo Padrón. Es... Era, perdón, un ingeniero de accesos a interiores . Tenía 40 años, y le había entrevistado hacía un mes porque quería hablarme, cito textualmente, de la "las cosas que se quedan en la retina". A priori me dio pereza el asunto , pero reconozco que sus palabras no tenían desperdicio y se convirtió en uno de los encuentros más interesantes de Periodismo ficción. Más adelante prometo colgar la entrevista entera.    En su cuerpo de mail no cabía cuerpo de jota y sí un tatuaje que describía con detalle su invento sui géneris:  una máquina  con soporte físico y al

El papel de sus vidas

Ayer te quedaste con ganas de decirme algo. Ya se me ha olvidado. ¿Estás segura? Lo estoy, pero no del todo. Me dio la sensación de que te mordías la lengua. Puede, hoy me duele... pero ¿qué estabas diciendo para que apretase los dientes ? No lo recuerdo. Pues mal vamos, Javier. Lo sé, Lucía. Tengo que ir al baño. Espero. Espero. Jajaja, no me pienso ir. Por un momento pensé que no volverías. Quise desaparecer después de tirar de la cadena. ¿Por qué? Porque me gustas. Y tú a mí, menos mal que sacamos el tema, pero no entiendo que lo asocies a los deshechos. Porque no encajas en mi vida . ¿Por qué? Porque haces demasiadas preguntas. Me callo. Y porque te callas muchas cosas. No sé qué decir... ¿A qué hora tienes que irte? No tengo hora, hace mucho que cambió el tiempo para mí. ¿Y qué hacemos? Terminarnos el café. No sé si lo sabré hacer, ¿volveremos a vernos? No. Este café se me va a atragantar. Ya me acuerdo de lo que no te dije ayer. ¿Qué? Se me ocurrió una sinopsis para una pelíc

Agotado

Ella insiste en que está agotado y él, cansado, se da cuenta de que en efecto ya no queda nada de sí mismo en ninguna parte. Se ha agotado . Ella busca en los grandes almacenes, pero la demanda ha acabado con sus existencias. Él, concentrado en esencia, no sabe. Sólo ella puede saber. No es la muerte, ni un ninguneo pactado. No es. Él ya no es, aunque en esencia permanezca en alguna parte descatalogada o inexistente. No es. Antes de llegar a este estado gaseoso en el que se encuentran, Romaria y Esulio se dedicaban a recopilar frases no hechas y puntos aparte. Compaginaban imponderables y sopesaban los pasos a no seguir con el fin de continuar. Así un día tras otro sin contar las horas. Y en mitad de la noche se apropiaban de los sueños en común para discutirlos en el desayuno. Ante la evidencia de la recesión en las horas de sueño un día tomaron una determinación impopular: desaprovechar parte del día para ganarle tiempo al espacio.  Pero el espacio empezó a torcerse. Inten