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Mostrando entradas de 2016

Entrada nueva

Pulsó en "Entrada nueva" para escribir su próximo post, se abrió una puerta y subió a una sala donde le esperaba parte de sí mismo. Allí, para el bien y el sentido común, había montada una mesa llena de aperitivos soñados, vino en prosa y recortes de historias que nunca han sido contadas. Se sentía relajado, cómplice de la ironía que le hacía cosquillas entre una oreja y la palabra; como aquella vez que olvidó su contraseña y tuvo que aceptarse fuera de su perfil. Era una especie de resignación y victoria a la vez. Una batalla ganada a la necesidad de "tener que". Una sonrisa no forzosa acompañaba mejor al vino que corría por su garganta. Era la alegría de saber y de saberse. Y todo esto ocurría gracias a la decisión de salir de aquella entrada que nunca llevaba a nada y que aparentaba dar acceso a todo.  En aquella sala también había un árbol y un mapa. Eran una misma cosa. Unidos por un link de invierno que llevó su sentido al verano. Él dialogó con muchos

El enunciado y la palabra reproducida

Daniel Seseña. El enunciado y la palabra reproducida   Se sentó entre puntos suspensivos. Tres a un lado y otros tres al otro. Sabía que tenía temas pendientes. Contextos por descubrir y describir. No muchos, pero suficientes para encender los focos. Escenarios interiores con alguna función en pleno nudo y otras casi al final del desenlace. Tenía, por tanto, que conocerlos o reconocerlos y así terminar de relatar la funciones. Un deber compuesto por las conclusiones de los demás contextos de los que está hecho: Experiencias, historia, palabras (dichas, pensadas y no dichas, tal vez soñadas), errores y aciertos (o errores acertados y aciertos por error).  Por delante le esperaban dos horas para parar y observar. Estaba sentado en un banco sin red. Sin distracciones, solo las que quisiera invocar. Con el vacío y el contenido por delante. Resignificando el vértigo. Dos horas surgidas de un error que no quedaba otra que asumir y aprovechar. Los primeros 15 minutos sirvieron

El baile de las contemplaciones

Saliendo del trabajo me encontré con una vieja idea que se había renovado. Estuvimos charlando un rato. Me habló del tiempo que llevaba dando vueltas sobre sí misma. Confesé mi parte de culpa. No le dio importancia, al contrario, me lo agradeció, porque si no hubiera hecho tantos círculos alrededor de nada, seguramente no habría llegado al punto sólido en el que se encuentra ahora. Algo poco habitual en su entorno, me decía. Cuando llegué a casa me di cuenta de que me gustaba desde hacía tiempo, pero fue al mirarla ahora a sus ojos autónomos cuando lo entendí. Y mientras lo entendía, notaba como una parte de mí quería pasar un poco de mí para pensar. Antes de abrir una lata de motivos y cerveza, escribí en la esquina de un periódico un nombre que se me pasó por la cabeza. Lo dejé reposar. Después bebí y procesé. Algo se estaba moviendo desde que me crucé con ella. Un container abierto a contenidos con ganas de llenar. Un escenario rodeado de historias que no han pasado. El cartel

...Pues ya está

Me acosté un poco más tarde de las 3 de la mañana. Ya no quedaba nadie en las redes. Los bares habían cerrado. Agosto en Madrid no perdona. Las pupilas pedían una tregua. Demasiados pantallazos para mis ojos. Apenas dormiría 4 horas, tenía que levantarme pronto no sé por qué, pero debía hacerlo, así que ¡había que empezar a soñar ya! Para ello cree un escenario que mezclaba todo tipo de conceptos cinematográficos, musicales, canallas... Fusión de recuerdos (no vividos) y sensaciones (intuidas) recreadas a partir de historias jamás contadas, que sí anheladas. Deseos que se reivindicaban. A dormir, ¡acción! La película había empezado.  Todo empezaba en la noche de mi debut en el NoteShot, un club de segundas oportunidades para músicos con dudas. Era pianista, tocaba un poco de jazz, algo de soul y soñaba en sueños con blues. Mi nombre era Palermo, así, sin más. Tenía muchas dudas y poca seguridad en mis notas. Pero era mi noche. Me había preparado una batería de monólogos por s

La trompeta y el deseo

La gente inhala humo, vapores huérfanos, suspiros, orgullo, palabras... Pero Pol, por accidente, respiró una frase que abandonó una mujer con la que se cruzó en un momento dado. Decía algo así como que quería alinearse con Lorraine , la trompetista de un cuento no contado. Atrapado por un deja vù o por la extraña sensación de un sueño reciente, Pol quería saber más. Pero cómo. No podía abordarla en medio de la calle para preguntarle por Lorraine. La inquietud y cierto grado de ansiedad le alteraron la noche. Ella se alejaba. Gesticulaba mucho mientras hablaba con su amiga. Movía las manos con tanta expresividad que parecía muda. Entonces empezó a caminar tras ella. Tenía delante un volumen suficiente de gente como para camuflar su persecución. Sin embargo su inexistente entrenamiento como espía la llevó  a desaparecer.  Con mucho ruido en la cabeza y una creciente ansiedad, siguió caminando sin destino fijo. Entró en un club de jazz atraído por el cartel y por la ausencia de

El jinete sin truco

Intenta cada día ponerse de acuerdo consigo mismo; también sin él. Es un juego de escapadas y escapistas. Y él es un mago sin magia en sus manos, pero con ideas claras. Un jinete que cabalga a pie. Se dedica a la gestión de gestos espontáneos en una agencia de puntos sobre las íes. Un trabajo que le obliga a empatizar (o intentarlo) constantemente con las nubes más oscuras que circulan por dentro.  A veces se deshace de un yo y en ocasiones de la segunda persona, pero nunca en plural. Es un tipo muy singular que solo en ese juego de escapadas y escapistas consigue creer que circula magia por sus venas, entonces se saca trucos de una manga ancha que no existe. No tiene público, pero descarga de la nube los aplausos que necesita. En la tormenta diaria, con las ideas claras, los gestos ajenos (gestionados sin trucos), y con esas íes que quieren conectar con el punto que les falta, trata de construir un escenario donde contarlo. Un contexto en el que desplegar su no magia y

La mirada de Carla

Daniel Seseña. Foto realizada en el Mckittrick hotel (Manhattan)  Llevaba tiempo de ocupa en un bucle nublado y hermético, sin salidas de emergencia. Ni de las normales. Ese día tardé en levantarme más de lo habitual. Me pesaba el cuerpo y eso que llaman alma. El mes de agosto había arrasado Madrid y yo sin planes y con un teléfono mudo. El panorama resultaba deprimente. Webber había muerto en un atentado terrorista. El resto de los amigos, Carlos, Pol y Luck estaban de vacaciones con sus parejas. El diccionario se escondía de mí para no prestarme sus mejores palabras. El sexo estaba de huelga junto a una diosa anarquista que me dio portazo por no querer jugar con ella en el suelo. Aunque no salí renovado de la ducha, al menos me sirvió para explotar algún coágulo de lágrimas que me invadían como el acné juvenil. Los sollozos los envolví entre acordes de The Clash y lo gritos de Roger Daltrey. Y antes de cortarme un pelo con mi vieja Gillette me dediqué una contundente carca

Sentido y (actualizada) estabilidad

Daniel Seseña. Foto realizada en Gran vía (Madrid) el 9 de julio. Salió porque no le quedaba más remedio; quería entrar en realidad. Entrar para salir del todo. Salir para entrar sin pedir permiso. Ser dueño de una vida donada y desordenada. Llevaba tres días sin vender una descarga de su app: OjoXojoH2 . Una aplicación para profundizar en planos ocultos. Arrancó con éxito al principio, pero de pronto se paró. Y aunque no le quitaba el sueño -tenía dos proyectos más en desarrollo- estaba inquieto, poque uno de sus planos ocultos se había movido del sitio y algo tan firme como el suelo ahora quemaba y temblaba, así que decidió encerrarse. Pero ya no podía más.  En la calle observaba la caótica mirada colectiva. Alguna caía sobre él. Otras se cruzaban, pero la mayoría se perdían. Salió sin objetivo, solo con el plano angular en la cabeza. Un fin con principio pero sin final. Andar, recuperar la estabilidad... O encontrar una versión nueva de la misma. No ocurría ni una cosa ni

Preguntas que responden

Fernando Bellver Todo ocurrió entre prejuicios. Un acento se salió de contexto para ser entrevistado por una mayúscula. Venía de presentar una tesis sobre el derecho a la exclamación. Ella, que formaba parte de un texto lleno de significados, hacía tiempo que no encontraba el suyo. Acento y letra se encontraron sobre el papel. Para un acento sin tilde, una letra mayúscula, no encajaba en la búsqueda exclamativa. Para un tipo como ella, un acento sin tilde resultaba demasiado pretencioso. Sin embargo, tras el tablero de preguntas y respuestas fueron cayendo -por su propio peso- las palabras vacías. Luego entraron en juego las que no hacen falta ser pronunciadas para ser entendidas. Y así poco a poco el blanco de la hoja se llenó de exclamaciones y significados que venían a cuento, con la intención de quedarse. Cuando terminó la entrevista. Letra y acento siguieron sendas sinopsis, con las que partían. Pasaron los días. Algún mes que otro. Alguien, en algún punto deslocalizado,

El fondo y el anzuelo

Un plano de The Black List  Conté hasta 7. No sé por qué. Soñé en blanco y me fundí a negro al amanecer. La pesadilla quedó atrás. La imaginación quiso que pensara en esa pantalla que no todo lo exhibe. La certeza destapó el paraíso sin renta. La duda arrasó el territorio interno hasta no dejar nada vertical en pie. El dolor de piel no valía como excusa para evadir mis imposiciones. La calma ya no era obligada. La puerta estaba tan abierta como parca en palabras e ideas pensadas. Mi decisión tenía cuerpo, pero necesitaba madera. Hacía falta más volumen de puntos de vista, porque los ojos que me acompañaban pedían una tregua de sí mismos y un descanso de empatía. Siempre tan tirante. La habitación buscaba límites en el sueño y el sueño anhelaba una ruptura con lo intangible para tocarle las tetas al paraíso tangible. Y así se travestía una realidad que se negaba a ocupar su escaño. Que se resistía a serlo. Y en medio, yo. Un pescador que no termina de lanzar el anzuelo para evitar

Estás

La vi en una imagen de Street View . La reconocí inmediatamente. Ese pelazo es único. Me da igual que Google intente desenfocar su paso por el cruce de la calle Nadie con la travesía del Todo. Ella pasó por ahí con la misma fuerza con la que atravesó mi vida. Desde entonces tengo una autopista en construcción que lleva su nombre. Y cómo no, una plaza con su apellido. Cuando moví el ratón a su favor noté cómo aquella sensación de verla por primera vez removía mi estabilidad; pero sin arrastrarme a la papelera, que es como decir hasta "la calle de la amargura". Esa no figura explícitamente en Google, aunque cada uno la tiene marcada en un punto concreto. Smoke (Wayne Wang, Paul Auster. 1995) Caminaba sola. Iba hablando por teléfono. Me imaginé al otro lado. Soñé con lo que tantas veces soñé, que habíamos quedado para ir a nuestra propia fiesta. Entonces entré en mi teléfono y me reuní con ella. Entre las fotos que nunca borro. Esa colección de instantes que certific

El plano mudo y la secuencia accidental

Han pasado 10 años desde el accidente. Digamos que en general no arrastro secuelas. Pero en lo local, por dentro, llevo conmigo todo un serial de fallos de sistema que me impide ser alguien normal. Por ejemplo, cada año cambio, mudo o me transformo, como cada temporada en una serie de ficción. Añado  personajes. Después -hablando en términos televisivos- mato a unos y me engancho a otros, en función de la audiencia que hay en mi organismo. No duermo, engaño a la vigilia. No vivo, actúo. Hago que pienso... Lo hago pensando en los estímulos que provoca el hecho de pensar. ¿Suben los datos de atención en la zona abdominal? Entonces reflexiono. ¿Que siento flojera? Cierro párpados y me anulo. Aparco la actividad cerebral.  Pero en general, soy uno más. Cumplo con la vida, con mi trabajo, con mis amigos, con mi novia, con mis padres, con mis tíos, con mi jefe, con mis socios. Cumplo con todo, menos con mi guion. No es que me preocupe, pero sí me irrita porque en ocasiones, cuando se d

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

El epílogo de un link al agujero negro

Lleva dos días perdido en internet. Nadie sabe nada de él. Nada sabe él de sí mismo. Está ahí, pero no. Dicen los que le conocen que ha pasado por una plaza cercana a la gran plataforma de ventas. Los que no le conocen comentan que hace un rato que se le ha visto por la librería del Tres. Él lo niega, pero no del todo. Una amiga "de sie MC Escher, "Bond of Union " , 1956. mpre" sabe algo más.  ...Se vieron en una bandeja de entrada. Estuvieron repasando diálogos archivados. En uno de estos había un sueño adjunto. El que tuvo ella sobre él en los años de universidad. Veía un parto de una novia inexacta e inexistente que daba a luz un preámbulo. Él abrazaba a los dos y completaba el epílogo (aparentemente) innato. Después cambiaba la secuencia y todo se convertía en un ventanal desde donde se apreciaba cómo el panorama ganaba en nitidez. Y todo el sueño era parte de otro . Q ué cosas. Pero la realidad , al menos la que dicen los expertos en per

Sangre con buena letra

"Aquí no ha pasado nada", dijo el propietario de la Taberna Imposible. Minutos antes dos hombres sin motivos, que no desmotivados, habían roto su palabra. Cinco letras que no tenían culpa de nada, más allá de su formación. Se ensañaron sin contemplaciones con ella. Un corte por la mitad, una patada en todo su acento, aplastamiento en su agudeza vertebral, puñetazos al núcleo del diptongo... Y así, agresión tras agresión hasta dejarla rota, moribunda, despedazada y despojada de su sentido. Apartada de su lugar, expulsada del espacio en blanco.  Automat    (Edward Hopper, 1927) Ejecutada la pena, nadie quiso hablar, salvo el propietario... Que lo hizo para callar y hacer callar. Sin embargo, en la escena había un tipo ciego, ciego de alcohol y mudo, mudo porque alguien, horas antes, le quitó la palabra en una reunión. No había visto nada obviamente, y deseaba articular argumento. No tenía miedo de los tipos aquellos. Sólo temía perder palabras no dichas. S

Resistencia balística

Mario salió a la terraza de aquella casa que no era suya. Hizo una pausa en la serie policíaca que no quiso ver. Miró a la calle y vio una secuencia real que no debió presenciar. Como ocurre en tantas pelis, un tío se baja de una furgoneta verde y le pega un tiro al conductor que tenía delante. Después mira hacia arriba y ambas miradas se cruzan. Cuando Mario quiso procesar lo que estaba pasando tenía una pistola apuntándole a la cabeza y al segundo una bala en el cerebro. El malo se fue y Mario se quedó tendido en la terraza donde empezó esta historia.  La nueva Babilonia (Constant) Tuvo suerte. Cuando el proyectil iniciaba su introspección destructiva se topó con una idea sólida que frenó su paso y le salvó la vida. Fue una idea que se había fraguado noches atrás, empapada en vino chileno e impulsada por la proyección de una ocurrencia temporal. Tenía tejido a prueba de balas, elaborada con altas dosis de empeño. Resistente y reticente. Cada noche, desde hace un año, Mario