Quería ir a aquella exposición de la que tanto había leído. Llevaba dos meses intentándolo. Soñaba con ella; aparecía en conversaciones propias y ajenas. Se colaba en los recuerdos y en las ideas más absurdas; incluso entre palabras que nunca pronunciaría estando solo en mi salón. Ahí estaba, dando guerra una colección de fotografía que no me quitaba ojo. Instantáneas que cambiaban de fondo según la forma de mirarlas. Una sala a la que, deseando ir no podía ni acercarme. Lo intentaba, llegaba incluso a poner la directa, pero algo siempre terminaba expulsándome de la ruta. Un mensaje, 140 caracteres, un link vacío, acordarme de un asunto pendiente, de una llamada... Todo valía para no ir. Y así un día tras otro... Noche tras noche. Las fotos con fondos cambiantes me llamaban, pero no podía estar delante de ellas. Era todo un boicot a mi intención. Ayer, sin embargo, en una jugada consciente -mientras me desvelaba a las 4 de la mañana- encontré una ...
Por Dani Seseña