En su sueño me decía que no le diera más vueltas. Y en el mío, la respondía que haría lo posible. Dos pesadillas más tarde nos encontrábamos en el banco de aquella orilla de agua insegura. Marga Errata y yo, Tomás R. Sistilo , nos conocimos en un cruce de sueños aquella noche del 82 , en pleno mes de agosto. Yo soportaba las fiestas de mi barrio como podía y ella luchaba por salir de una condena familiar. Chocamos en esa fase en la que el silencio reina por encima de imperios impuestos. Y nos sonamos en esa frase subordinada que ninguno de los dos pronunciamos. Ella llegó sofocada y yo, confundido. Nos sentamos en un banco, mitad piedra, mitad adobe. Era una noche cerrada sin estrellas ni estrellados (de eso yo sabía mucho), pero llena de tranquilidad. Nos pusimos a hablar de lo uno y de lo otro, pero sobre todo y ante todo, de lo nuestro . Sin intermediarios ni intérpretes de palabras (de esas que vuelan con el viento), sin explicaciones sobre nuestras procedencias. Era visible que
Por Dani Seseña