Ni siquiera llamó al telefonillo . Directamente atravesó el portal y subió los 10 pisos hasta mi casa. Pero no tocó el timbre ni la puerta. Petro Ollupac me llamó a susurros y soplidos sublimes. ¿Por qué? Porque ahí no había nadie de carne y hueso, sino una especie de holograma andante con atisbos fantasmales. No quiso sobrepasar la puerta para evitar llevarme un susto. Le invité a pasar y sentarse, pero no podía. Sin materia no tengo ni derecho a sentarme . Le pregunté y de carrerilla me lo contó todo. La de Ollupac es una de esas historias tristonas que sorprenden. Vino a la vida de culo ; en el sentido literal y metafórico. Y su vida ha sido un trayecto de piedras y bombas fétidas estalladas en el cara y por la espalda. Pero gracias a Internet se construyó una identidad seductora y por la que todos se pegaban por tener entre sus amistades. Comenzaba a sentirse redimido. Llegó a almacenar 2.000.000 de amigos , seguidores, fans, fons y demás. En su vida analógica era chapero y
Por Dani Seseña