Me levanté asombrado, con un rayo de sol apuntándome directamente al hipotálamo derecho. Después leí un comentario que amaneció a la par en mi blog. Un comentario sobre una historia que, como de costumbre, había parido en mitad de un sueño, madurado a mediodía y escrito a la noche siguiente. El comentario a pesar de enganchar con el argumento, parecía nacido de la noche anterior. Tenía vida y soberanía propia. Una original independencia que le dotaba de paralelismo complementario. Antes había cenado solo, brindado por mi bosque de 50 metros cuadrados con vistas al mar de dudas (que ya no tengo pero que cuido con mimo) y estacionado mis pausas estancas; esas que alimentan las pérdidas de tiempo.
La historia hablaba de un silencio que pedía a gritos abrirse paso entre tanto ruido. Caminaba a susurros, las palabras sinceras eran sus mayores aliadas. Tenía que encontrarse con la soledad para abrir con su ayuda un hueco/tunel vital en mitad del caos (extraordinariamente ordenado) que se había asentado en aquel mundo de frágiles certezas. Pero el silencio no quería señales del exterior y menos aún de la soledad. La idea era sencilla, reconocer lo que ocurría y reconocerse en lo ocurrido dentro del bosque. Sólo así, silencio y soledad entenderían que son un binomio lleno de posibilidades frente a nada ni contra nadie, sino a favor de su propio sentido. Entonces surgió el comentario al amanecer.
Afectado todavía por la historia que me trajo hasta aquí, caí en el poder del comentario. Y cuando en soledad (y con el hipotálamo alumbrado) liberé energía junto al silencio entendí que el comentario formaba parte del mismo guión. Lo había escrito yo en mitad de otro sueño sin darme cuenta. Y por causalidad los uní casualmente. El sentido se fue abriendo paso con el te que silencio y soledad no llegaron a compartir en su día por temor al miedo de encontrarse. Todo encajaba. Incluso aquellas ocurrencias que nunca habían tenido cabida entre post y post.
Este post me pide tiempo y un bosque por resolver, así que con la luz del susurro de madrugadas impares le daré un interlineado silencioso para que pueda dar la vida a los comentarios que están por venir. Y por supuesto unos compartidos puntos suspensivos (...).
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