Ir al contenido principal

Direcciones sin embargos

Cuando empecé a alimentar este blog tenía 32 años, así que estaba más cerca de los 20 que de los 40. Para mí, alguien de 40 era como un jefe; una especie de adulto ejecutado por el hábito de serlo; un padre con aspiración a ser todopoderoso. A los 32 aún pensaba como a los 22 que a los 40 lo establecido se abriría paso entre lo inestable. A los 32 soñaba con que el cine era el formato definitivo junto con la novela.

Y ahora, recién cumplidos los 40, no sé qué viene mañana, pero sí qué toca ahora. Sé que una película sólo es el comienzo de una bonita multiplataforma de versiones narrativas y sé que por mucho que me empeñe en planificar todo, todo termina saliendo según lo no planeado; lo que no significa que haya aprendido a tomarme las cosas con más calma. Esa breva no caerá, al menos a los 40. Asumo mi contradicción de cine.

A los 40 he conocido a Julián Molino. Un señor de 40 a quien acaban de embargar sus palabras. Desahuciado de sus ideas y con el ombligo lleno de heridas, se enfrenta a la peor crisis de su vida. Mientras se come (literalmente) un libro de autoayuda, reconoce que no sabe por dónde empezar, seguir o terminar; sólo quiere estar sin sentir cómo la cuerda se afloja bajo la planta de sus pies, suspira. Yo no sé muy bien qué decirle, pero veo que se siente bien cuando comparto el libro con él. ¿Me das el margen derecho del índice, por favor? Le digo con complicidad consciente. Con gusto me lo da (sonríe y todo) al mismo tiempo que degusta la página 50, punto por punto, saboreando los espacios en blanco entre tanta palabrería. Aprovecho para disfrutar de la palabra miga.

En un momento dado decido donar un fondo de palabras a Julián. Me lo agradece y me enseña una idea que guardaba en el fondo de un fondo restaurado. Aunque está rota, conseguimos pegarla entre los dos. Es brillante, tanto que consigue que Julián retome lo perdido y yo... lo pedido cuando soplé las velas que nunca soplé. Y con esta retoma mutua de conciencias nos apretamos las manos y nos deseamos suerte. Julián se va por su cuenta y riesgo, y yo por donde había venido, el 40 de la travesía de la República.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Desahuciado de ideas.... qué gran verdad de esas que duelen un poquito. Por un momento pensaste que eran tuyas y de pronto un día te das cuenta de que eran de otros (y te sientes extraño, torpe, absurdo como).

Brindo por tus treinta y diez. Y que no nos falte nunca este blog (adónde acudiré yo si no, pobre desahuciada?)
Juana ha dicho que…
A los 50 observas la Vida con cariño .... aunque algún día me marche, los hermosos árboles seguiran aquí ....
Anónimo ha dicho que…
He cumplido 40 años contigo.Un disfrute.
Tu padre.
(Cuándo echamos una pocha?)
Anónimo ha dicho que…
Chispita se ha hecho un hombre... ¿depresivo? No puede ser. Feliz año chaval. Y si no sabes quién soy revisa tu libro de frases.
Anónimo ha dicho que…
Lo he vuelto a leer. Y me ha gustado más
Copi

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...