Se paró en un semáforo y se dio cuenta de que era un gilipollas. Después avanzó un paso más y continuó pensándolo, y cruzando la calle a la vez. Era 6 de marzo. Una fecha que no dice nada para alguien que sentía habérselo dicho todo sin haber intercambiado palabra alguna consigo mismo. Y además ese día, cumplía 45. Aquel cruce le destaponó tanto que tuvo que echarse las manos a las orejas para contener el ruido que procedía de dentro. Ruido de llantos no llorados, de pataletas estériles o silencios tan agudos que retumbaban tanto como los más graves. Y todo en mitad de la calle. Simplemente pasó. ¡Pero qué gilipollas que soy!
Aquí un cruce, aquí un gilipollas. Hecha la presentación quiso conciliar el sueño que nunca tuvo; dormir despierto para no despertar a la misma bestia que le estaba insultando por fuera y por dentro... Por tierra, mar y caspa. Y en este cruce de cruces seguía parado, bajo un semáforo que marcaba las horas, ignoraba a los segundos y perdonaba a los minutos. Entonces le cayó un tributo del cielo para dejarle inconsciente en plena consciencia. Se acordó de su platónica amante y de la ama de llaves que perdía los papeles de su padre; pensó en el libro que siempre cita como su favorito y que nunca ha leído. Aquí la consciencia, aquí el gilipollas del libro abierto.
Acto final:
Asumida la gilipollez decidió tomar una dirección. En ese sentido se encuentra hoy. Resentido por el tributo que le cayó del cielo; dolido por los segundos ignorados o los minutos pasados; entristecido por no llorar en su día; inquieto como un niñato que no recibe su merecido. Claro, que siempre puede volver atrás. Pero esa, dice, no es una opción. Al menos para él, por muy gilipollas que sea. Si está en este sentido es por algo, así que el problema no es que sea gilipollas, sí lo sería el hecho de no averiguar el porqué del sentido elegido. Gilipollas y cruce se ponen de acuerdo, estrechan la mano y abren el tráfico. Todo vuelve a la circulación.
Comentarios
Prefiero los pasos de cebra. Pero miro antes, que hay muchos gilipollas...
Por aquí suena una canción con este post, Marieta. Y sonrío por ese salero que llegó a la hora del flan, y por la tierra, el mar y la caspa. Y por un libro favorito que también yo tengo pendiente.
Alegre porque circulen las palabras.
un saludo