...En el capítulo 108 entra Alguien por la puerta. No se sabe muy bien quién es, pero tiene alguna relación con el autor. El autor se pierde de vista y se reencuentra un rato después consigo mismo y con ese alguien frente a un espejo sin reflejo. Se miran, se examinan, no se reconocen, pero se conocen de siempre. Miden sus palabras, que no usan para hablar, sino para callar. Alguien le da las llaves al autor. El autor hace una copia fotográfica de cada detalle, de cada engranaje que accede a los interiores, de cada dentellada, y decide quedarse con ella y guardar la llave maestra que todo lo abre y en la que siempre se apoyó para entrar. Él le explica lo de Ella; le cuenta que ha entrado por la puerta (sin cierre) del capítulo 108.
Es un misterio, dice Alguien. A continuación se sientan en una taberna secreta e íntima a la que Ella solía llevar -de cabeza- al autor, y antes de seguir con el 108, se adentran (con un pie dentro y otro fuera) en las rarezas del capítulo 109. El autor, extrañado (extraviado también) por la circunstancia no puede ni quiere evitar dejarse llevar por este sendero entre lo real, lo irreal y lo probable; incluso por la posibilidad de que todo sea fruto de un tumor o una neurosis severa. Alguien, que empieza a adquirir forma femenina a medida que caminan entre episodios, actúa con mucha complicidad. Y aunque no es Ella, algo recuerda. El autor pide dos vinos de lo más alto del Moncayo. Sí ese, le sugiere al barman.
La novela sigue. Con la segunda botella entienden que hay capítulos imposibles. Imposibles de cerrar en un sentido editorial o convencional. O imposibles de concluir... De la misma forma que hay historias que no debería empezar, otras que nunca deberían terminar, algunas que siguen y otras tantas que están ahí, cuyos protagonistas no saben no contestan a las posibilidades de guionizarlas/vivirlas. O quizá todas son la misma o parte de ésta. O puede que sea el punto de vista del autor el que tenga una trama (perceptible únicamente desde un subconsciente más visible de lo habitual) entre la calle y el párpado. Y en este capítulo, puente entre el 107 y 'el seguir', todo pasa mientras no pasa; pero donde en definitiva todo ocurre. Y ahí nos movemos, dice Alguien. Brindan y entonces Ella aparece...
...Entra en escena, discreta, sincera, con calma, convencida de lo que hace, extrañada de hacer eso que hace; y haciendo lo que puede. Única, cansada del periplo fuera de los márgenes del capítulo 107. Impresionada por haber palpado lo tangible (no teórico). Sedienta de permanecer; hambrienta de existir; satisfecha por estar. Alguien, el autor y Ella se saludan con un toque solemne que se explotará con la siguiente copa de vino. Todo ocurre desde el azimut, desde ese punto en el que las cosas cuadran partiendo de un horizonte que se jacta de dominar el espacio de lo visible y lo intocable. Y en efecto eso todo crece en identidad cuando el vino hace su trabajo y ELLOS el suyo: lo que pueden.
Ella se explica, pero ni el autor ni Alguien se lo piden. A continuación cada uno escenifica su propia explicación. Luego se echan a reír y juegan con ellas (las explicaciones). Las intercambian y deciden vivir el momento. Poco después entran con certeza en otro capítulo; uno que no figura en las leyes narrativas. Y es ahí cuando el autor rompe moldes y lo incluye en un interlineado invisible pero cierto. Y en ese terreno rodeado de sentido, y sentidos, empieza a empezar la novela que nunca empieza. Ella le coge la mano y el autor se sujeta la cabeza, Alguien retoma la risotada y la primera página pasa definitivamente de todo para pasar por alto (habiéndolo situado) todo aquello que fluyó por lo bajo. El autor finalmente... Se nota.
Comentarios
Menos mal..creía que habías puesto FIN, FIN. Sin anestesia ni nada.
Y entonces aparece este nuevo capítulo que como el anterior, conmueve sensibilidades: entre la calle y el párpado sí, pero también en el reverso de éste. Un pequeño tic que no se ve...pero se nota.