Nos encontramos en mitad de la calle y en ese punto nos perdimos. Perdimos la pista de nosotros mismos y decidimos tirar pa'lante sin miedo a lo desconocido. Dejé de ver mis manos para solo intuír las suyas y parte de un pie (podía ser el izquierdo o el derecho). Todo lo percibía alterado; como cuando te presionas los ojos y 'ves las estrellas'. El camino se prometía interesante. Íbamos juntos, pero tan separados que podía tocar la distancia entre nosotros con la yema de mi espacio y la piel de mis ideas por pensar. El dolor había desaparecido y la ausencia de sufrimiento era total.
¿No estarás borracho? Me pregunté. Soplé mi dedo pulgar y di negativo. Ambos dimos negativo. Así que sólo quedaba incertidumbre y mucho plano por enfocar por delante. Pero sin ver nada, o viendo bajo la influencia de la confusión, sabíamos que contábamos con el instrumental propio para hacernos camino al hablar. De vez en cuando me frotaba los ojos y los tobillos para no marearme. No era un truco, sencillamente una gilipollez que me venía bien para saber que 'este' era yo... Y el otro también. A continuación desalojaba una vieja idea (con sensación adjunta) y daba entrada a nuevas hipótesis más... ¿adultas? Sí. Como suena.
En algún momento tropecé y caí a un charco. Pero antes de sumergirme, aproveché un plano congelado para mirarme en el reflejo y (sin peligro de ahogarme) reconocerme. Sí, sí, seguía siendo yo, que no el mismo. Y él también; aunque él sí era el mismo y él mismo. La distancia entre ambos era la misma que líneas arriba. Tan cercana como remota y tan cosida como desprendida. Todo seguía en marcha.
Han pasado unos meses desde el encuentro en el punto de partida. O años, quién sabe. La ruta, aunque no figura en los mapas de Google, es y está. Y yo (con él) también. Somos un mismo compás con matices de lápiz y opciones de bolígrafo. Deseamos lo mismo: andar y respirar cada paso. ¡Cada paso! Nada de peregrinar. Caer, arrastrar, surcar, allanar, cabrear, encabronar, llorar, descojonarse, ver, mirar, decir, callar, clamar y proclamar, zapatear y patalear... En fin, que ahí estamos. Duele, pero estimula y espabila. Seguimos trabajando de la mano de un interesante final mientras 'vemos las estrellas'.
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La imagen viene de: www.arteneus.com
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