Cayó rendido y después depositó el último suspiro en un vaso vacío con
forma de zapatilla sin pisada. Antes de morir tuvo tiempo para jugar una
partida de tetris, basado en su vida. Unas piezas encajaban, otras no y
otras tantas, a medias. Cuando completaba una línea liberaba fórmulas
inacabadas al espacio, lo que le hacía perder peso y provocaba sensación
de apretón. Murió con 4 kilos y medio menos, pero fue enterrado con 15
de más, porque retuvo un líquido a última hora que pesaba mucho; por él
fluían todos los despropósitos acumulados y el acierto de su vida...
Para cuando llegó al otro barrio no quedaba nada de él,
tan sólo una coma abandonada por aquel punto infantil. No se trataba de
empezar de nuevo, porque aquello no era una reencarnación, sino un
trasvase unilateral. Una imposición contractual que figuraba en su
partida de nacimiento. Su padre, tras unas elecciones perdidas pactó con
el opositor a diablo... El resultado estaba ahora por ver. Para empezar
llegó a una junta municipal de distintos; un pleno al 12 sin piedad;
una reunión desunida pero con intención de recomponer piezas urbanas y
éticas; un foro de vecinos con ganas de rehacerse un hueco con ellos
mismos y entre yos ajenos. Cuando empezó a tomar conciencia se le hizo bola un
viejo anhelo de prisión. Un freno ante deseos de ambición por encima de
las líneas rojas trazadas en algún rincón de su cabeza; deseos de
superar la barrera que le protegió siempre de tempestades. Lo paradójico
es que muerto estaba más vivo que nunca. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo puede
ser? Si soy un fiambre, se planteaba, cómo puedo tener tantas ganas de
no privarme en actuar en público.
Pasaron los sueños, los días, los malos tragos y los
fantásticos segundos etílicos. La memoria de su padre tiraba con fuerza.
La mezcla de indignación ancestral y esperanza de vida (obligada y de
serie) daban fuerza a ese café que nunca se tomaba... Y con calma, se
tomó los siguientes episodios. Unos, con esos malos tragos como
protagonistas; otros, con las decepciones propias pegándose con las
ajenas... El caso es que no había un capítulo tranquilo. Y eso que
estaba muerto.
Pasado un tiempo se levantó en mitad de la noche,
inquieto por una idea que no terminaba de manifestarse. El calor era
soportable, aunque agotador; así que agarró el pensamiento por el
pescuezo y salió a la calle a darse una vuelta de tuerca a sí mismo... Y
lo hizo tan a conciencia que -como si escurriera una toalla mojada-
extrajo de dentro un torrente de palabras por decir, ocurrencias
pendientes, guiños no realizados e insultos no dirigidos. Y en ese
torrencial también cayó él. Fue en ese momento cuando se encontró al
mismo nivel que la tímida idea que le había robado el sueño aquella
noche. Y en medio de tanto sudor como lágrimas sin sangre se abrazaron.
Por la mañana se puso a escribir. Lo tenía claro, estaba muerto, pero
eso no le iba a impedir colocarse con las palabras. Y alquilar su vida por un precio razonable. El que marcan los
silencios que habitan entre las líneas de su texto. El precio que hay
que pagar por ser inquilino de una historia abierta. Pero propia.
Comentarios
Hoy es 4/10/15. Leo hoy estas líneas inquietantes, sugerentes, llenas de explicaciones oscuras y centelleantes. Y no sé qué decir... salvo que tras esforzarme en leer tus textos llenos de caminos que se bifurcan infinitamente, Borges, uno queda con la refrescante sensación de haber presenciado un esfuerzo poético para expresar un ansia inasible. Un espectáculo de significados.
Copifate