La vi en una imagen de Street View. La reconocí inmediatamente. Ese pelazo es único. Me da igual que Google intente desenfocar su paso por el cruce de la calle Nadie con la travesía del Todo. Ella pasó por ahí con la misma fuerza con la que atravesó mi vida. Desde entonces tengo una autopista en construcción que lleva su nombre. Y cómo no, una plaza con su apellido. Cuando moví el ratón a su favor noté cómo aquella sensación de verla por primera vez removía mi estabilidad; pero sin arrastrarme a la papelera, que es como decir hasta "la calle de la amargura". Esa no figura explícitamente en Google, aunque cada uno la tiene marcada en un punto concreto.
Smoke (Wayne Wang, Paul Auster. 1995) |
Caminaba sola. Iba hablando por teléfono. Me imaginé al otro lado. Soñé con lo que tantas veces soñé, que habíamos quedado para ir a nuestra propia fiesta. Entonces entré en mi teléfono y me reuní con ella. Entre las fotos que nunca borro. Esa colección de instantes que certifican que lo nuestro fue real. Recuerdo cuando las fotos eran un concepto estático. Querías recordar, entonces ibas al cajón o álbum concreto y pasabas las imágenes. Era un proceso paralelo al deseo. Había un camino que recorrer; lo que te daba un tiempo también para recapacitar, pensar y previsualizar la realidad fotografiada. Hoy, en cambio, en el mismo carrete del móvil conviven épocas e historias distintas capaces de emerger y cruzarse en cualquier momento sin apenas proceso, sin revelado. Basta con una caricia del dedo sobre la pantalla para destapar una vida archivada. Un cargamento de emociones.
No podía dejar de mirarla. Hacía tiempo que no nos veíamos y la instantánea de 360 me devolvió el olor, los pálpitos, los nervios, lo mejor de conocerla, la entrada de aquel videoclub de pelis que nadie ve, el armónico sonido de lo imposible, la distorsión de lo evidente, la duda ante lo incuestionable, los porqués aguerridos contra los cómos, las miradas permitidas, las palabras que ganan ligas, los silencios que hacen callar al más charlatán, los pasos dados, la luz de aquellas tardes sin prisa, los temblores...
Y todo por una foto que intenta, desde todos los ángulos, que me centre para no perderme en el mapa de mis calles.
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