Saliendo del trabajo me encontré con una vieja idea que se había renovado. Estuvimos charlando un rato. Me habló del tiempo que llevaba dando vueltas sobre sí misma. Confesé mi parte de culpa. No le dio importancia, al contrario, me lo agradeció, porque si no hubiera hecho tantos círculos alrededor de nada, seguramente no habría llegado al punto sólido en el que se encuentra ahora. Algo poco habitual en su entorno, me decía. Cuando llegué a casa me di cuenta de que me gustaba desde hacía tiempo, pero fue al mirarla ahora a sus ojos autónomos cuando lo entendí. Y mientras lo entendía, notaba como una parte de mí quería pasar un poco de mí para pensar. Antes de abrir una lata de motivos y cerveza, escribí en la esquina de un periódico un nombre que se me pasó por la cabeza. Lo dejé reposar. Después bebí y procesé. Algo se estaba moviendo desde que me crucé con ella.
Un container abierto a contenidos con ganas de llenar. Un escenario rodeado de historias que no han pasado. El cartel que me acompaña siempre a en los pisos de transición: "Bonnie and Clyde" redibujados en tierra de nadie. La trompeta de Chet y el violín de Bach. El caballo negro que no entiende de obstáculos. El lista de música que empieza por Sam y decide que seguimos. Un verso suelto titulado Nosotros que no quiere solapas. La Estación E y el Tribunal S. Y así uno tras otro, fueron sucediéndose argumentos durante una noche infinita y en vela. Aquella idea había apretado el gatillo de un contenedor sin fondo. Ya no había vuelta de hoja. Tenía que ordenar el baile, el batiburrillo fabricado en apenas unas horas... El escenario.
Los tres días siguientes pasaron por su cuenta. Al cuarto me preparé las bambalinas. De nuevo ella estaba conmigo. No sé cómo nos reencontramos, pero lo hicimos en el momento justo. Entre atrezzos y planteamientos. Como si llevásemos toda la vida planeando el "a partir de" a golpe de pies de plomo, tratamos cada fotograma como se merecía. Con delicadeza, cuidado, observando cada plano. Era nuestra película. Disfrutamos de cada microsegundo del momento. Nos recreamos con los sabores que olían a canciones grandiosas. Unas más guitarreras, otras de puro puño y letra, de terciopelo, instrumentales, criticonas, solitarias o de las que miran a los ojos y agitan interiores.
Cuando me confesó que yo también era una idea, como ella, sufrí un colapso repentino. Descubrir que en cierto aspecto eres mentira no es fácil de encajar. Me desperté en el suelo en un charco de palabras. Ella me abrazaba. Al fin y al cabo yo también era su idea; no una idea cualquiera. Quise alargar el momento así que prolongué la inconsciencia consciente un rato más. Cuando abrí los ojos del todo ella los abrió también. Desde ese día decidimos que pensar era el único generador capaz de iluminar las calles de una ciudad que no necesita contener, sino componer.Y el nombre que había escrito y reposado en la esquina del periódico era precisamente una parte del título de nuestra primera composición: Contemplados, escénicos...
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