Pulsó en "Entrada nueva" para escribir su próximo post, se abrió una puerta y subió a una sala donde le esperaba parte de sí mismo. Allí, para el bien y el sentido común, había montada una mesa llena de aperitivos soñados, vino en prosa y recortes de historias que nunca han sido contadas. Se sentía relajado, cómplice de la ironía que le hacía cosquillas entre una oreja y la palabra; como aquella vez que olvidó su contraseña y tuvo que aceptarse fuera de su perfil. Era una especie de resignación y victoria a la vez. Una batalla ganada a la necesidad de "tener que". Una sonrisa no forzosa acompañaba mejor al vino que corría por su garganta. Era la alegría de saber y de saberse. Y todo esto ocurría gracias a la decisión de salir de aquella entrada que nunca llevaba a nada y que aparentaba dar acceso a todo.
En aquella sala también había un árbol y un mapa. Eran una misma cosa. Unidos por un link de invierno que llevó su sentido al verano. Él dialogó con muchos de los personajes que formaban parte de su historia. Brindaron, jugaron a las palabras, verbalizaron los contextos y corrieron por las pistas que dejó el misterio de no saber qué va a pasar... El mapa había decidido ignorar las banderas para cambiar de parecer; el árbol quiso ir más allá de las raíces para apoyar y dar más vidilla a sus ramas. La conversación crecía jaleada por los deseos de descubrir.
Abrió un regalo que nadie le había hecho. Era una caja que no se contenía. Quería dedicarle todo su interior. Un viaje por los límites de sí mismo, de los que nunca fue muy consciente. Ahora los tenía en forma para verlos, entenderlos y darles el lugar adecuado. Descorchó un vino con determinación, y origen desconocido para celebrar el hallazgo regalado. Quiso abrazar a todos los matices que componían aquella película que estaba viviendo. Y aunque había alguno algo despegado, todos quisieron ser parte de ese momento; de esa reunión espontánea que tanta importancia tendría para su camino de vuelta a la ficción.
Comentarios