Qué sensación más rara es levantarte y no saber -durante un rato- ni dónde estás ni qué día es, incluso ni quién eres... No puedo contar cuánto tiempo pasó hasta que empecé a recordar a mi perfil, pero pareció una eternidad. Me dio tiempo a dudar tanto que el sentido de la certeza se esfumó. Y perder ese 'poro' fue como asomarme al abismo e intercambiar miradas con un extremo de mi mismo. Sucedió un jueves de diciembre. Hablé con muchas caras de diferentes monedas, completé conversaciones poco mantenidas, pero deseadas. Cerré capítulos escritos por recuerdos y contenidos. De puño y letra. Escribí escenas con tinta china sobre papel de reparto. Y al principio del final empecé a recordar.
...Y cuando lo hice, abrí un álbum de fotos imaginario que pesaba lo suyo; y lo mío. Me inquietaba tenerlo delante, sobre todo porque en más de una casilla no estaba yo... Fotos sobre mí donde no aparecían ni los cordones de mis zapatos. ¿Qué era eso? ¿Cuál era mi papel en esta historia? ¿A quién se lo tenía que preguntar? Aquí no había dirección alguna. A medida que escribía más y más escenas surgían más dudas.
Para cuando empecé a situarme de nuevo en mi perfil éste ya no era el mismo. Tenía preguntas que hacerme y un guion algo insostenible en la mano. Me miraba a los ojos; yo no podía dejar de fijarme en un tic nervioso muy regular que recordaba a la perfección de un metrónomo. Poco a poco iba recordando y apoyándome en mis plantas. De hecho creo que era la primera vez que nos reconocíamos. Y la verdad, había ganas en ambas partes del juego por escribir nuevas reglas. Las actuales ya no valían. Nos pasamos días compartiendo acotaciones y nuevos desarrollos.
Arriba el telón, gritó un recuerdo con afán de protagonismo. El resto está en escena...
Comentarios