Ir al contenido principal

Un cruce figurado

Bloqueado, sin respuestas ni preguntas, con vista cansada y voz sin fuerza, como un fundido a negro (como se diría en modo audiovisual) y sin opción de empezar de cero en otra pantalla. Más o menos es el atuendo emocional con el que esa mañana se levantó Alexander. Y eso que el día anterior había sido de esos que enriquecen y dejan recursos para una larga temporada. Por ejemplo había vendido su última novela (El crimen y la gestión aparte) a su editora; la película de North, su mujer, titulada Sabias con más de un tema, estaba triunfando entre crítica y taquilla; la gotera del salón se había convertido en agua pasada; y por fin había llegado la lámpara alemana de los años 30 que compró a una "retroanticuaria" virtual. Pero la mente manda, con sus normas y tiempos.

North había salido temprano a una rueda de prensa y él tenía que terminar un artículo sobre ironía de la vida. Así que asumido el bloqueo bajó al Nitty a desayunar. En el fondo de un charco se encontró unos CDs abandonados; la mayoría estaban formateados, pero uno de ellos tenía una foto que le llevó hasta un cruce de cables con calles sin nombre... En ese punto se cruzó con una idea que habia perdido una noche de agosto, en mitad de un sueño. La invitó a desayunar y terminaron actualizando ocurrencias. Alexander salió del bache gracias a su idea retomada y a un grupo de palabras que se unieron al encuentro. La tarde y la noche se unieron al momento. North también; ella era clave. Nadie quería perderse la circunstancia. Un escenario espontáneo que iba creciendo y sumando pistas de sonido: la 1ª para una coma extraviada, otra para silencios gritones y una más para las dudas más seguras de sí mismas.


Concluida la reunión, llegaron a casa, North le pidió a Alexander que cerrara los ojos y se sentara en “la silla del 26” (una vieja maleta con tres pies de gato). Cuando abrió los ojos tenía una caja en sus manos. ¡Ábrela, corre! Le pidió North. Pero él emocionado y ansioso, en lugar de abrirla cogió a North de la mano y la arrastró de un salto hasta el interior de la caja. Pasaron por un pequeño escenario donde le esperaban cientos de sentidos figurados...


-¿Los recuerdas? Los encontré la noche que perdiste la idea que tenías, dijo North.

-Los recuerdo y recuerdo cuando te levantaste. Pensé que estabas en tu película, y no quise meterme. Contestó Alexander.

-Claro y todos tus sentidos figuraban en mi peli. Fue cuando empecé a rodar. Afirmó ella.

-Y yo a escribir... Constestó él.

Cuando salieron al interior cenaron entre argumentos, sobre una mesa de cine. El vino era de cosecha propia y la mañana siguiente, también. 

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me encanta. Todo. Y ese final: "El vino era de cosecha propia y la mañana siguiente también."
Dani Seseña ha dicho que…
Gracias anónimx! Un final de principios de cosecha... Propia!

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...