Ir al contenido principal

La sala del asiento vacío y la extraña sensación

Sentado frente a un escenario en el que pasan cosas. Las butacas, todas ocupadas menos una, la 10, fila 7. Justo la que está a mi lado. Estoy ahí porque no sabía dónde meterme. Con mi piso ocupado por una extraña sensación y la calle abarrotada de temibles burlones no me ha quedado otra que refugiarme en esta  sala del asiento vacío. Pasa el tiempo, pasan secuencias, no pasa nada, pasa todo, inlcuso yo paso por delante sin perderme por detrás. En escena una mujer se despide sin querer (queriendo decir "no te vayas") de un hombre que no quiere irse. En la butaca la vida... también pasa.

Recibo una llamada de mi piso; me dice que sigue ocupado por esa extraña sensación. En la calle la gente trata de situarse, pero nadie entra a ocupar la butaca vacía. Me abrazo a su respaldo y éste me da a entender que se debe a ella. Yo también la necesito, respondo. Pero ambos sabemos que, como en escena, ella decidió despedirse. No quiero moverme del sitio ni matar la oscuridad con un buen flash*. Quiero estar un rato refugiado de párapdos para adentro. Ahí no hay oscuridades y aunque retumba el sonido de la despedida, también suenan las 15 canciones que hablan de un noviembre sin retorno.  

Algún que otro temible burlón se cuela en la sala y sin perder de vista lo que pasa, no pasan de ahí. Una mirada se acerca a mí desde abajo y desde lo lejos ocupa la 10 fila 7. Veo la secuencia desde dentro, protegido por mis temores y conectado con mis párpados. También eres temible, dice la mirada que me ocupa. Sorprendido por su expresión decido enfocar y hablarla con los ojos. Ahora es una de las paredes de mi piso quien me llama. Ansiosa cuenta que no quiere hacer esquina con muro alguno. La mirada relaja la situación y me regala un guiño. Siempre estaré ahí, eres tú quien debes jugar con los párpados, asegura con firmeza. Y concluye: Yo ya me he fijado en ti.

En un instante noto que los músculos se destensan, me abrazo a sus pestañas y asumo una vida adjunta a una siempre presente despedida... Siempre hay tiempo para cerrar los ojos y soñar que sueñas. El aplauso es unánime y se cierra el telón. Mi piso se libera de la extraña sensación y los burlones abandonan sus temores. La calle, como la duda, se despeja.

-------

*Frase de Nadie por las calles, de Love of Lesbian.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hace años sentí dolores muy fuertes, miedos a la oscuridad , a la ignorancia, a lo desconocido, miedo a un mi mismo, a uno de mi que estaba protestando y como un alíen sobresalía del conjunto llamando desesperadamente la atención para ser tenido en cuenta. Impotente ante tanta demanda, me dejé caer en un sueño reparador: el sueño no me invadió, sino que todo mi caótico entorno se presentó ante mis ojos cerrados y vi a través de mis párpados, en aquella ocasión transparentes, todo el ruido que me impedía ver y oí todas las imágenes a las que a partir de ese momento tendría que acariciar. Ese caos sensorial fue mi salvación. Al despertarme, el sol me acariciaba.
(Tus escritos remueven)
Patata

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...