El cadáver aún tenía mucho que decir, pero no había nadie al alcance a través del cual poder expresar... Se mordía la lengua con los últimos suspiros. Las ideas que nunca sublimaron se desvanecían. La sonrisa se iba transformando en relieve, el rock en adagio y el mito en una frase por decir. Los músculos ocultaban poemas escondidos entre líneas. La rabia y el sosiego tonteaban. Quería expresar, usar su codo izquierdo para hablar lo que no estaba dicho.
...El telón caía y el público tenía un pie en la cena. Y él, como cadáver, perdía su peso como actor. Se acababa el tiempo entre vivos por mucha palabra que tuviera pendiente. Su identidad era ya lo de menos; de la pausa pasaba al corredor del olvido. Nadie estaba pendiente de él. Lo que no expusiera en ese momento se desintegraría con él para siempre. Hasta pronto, hasta nunca. El tiempo seguía su curso y no parecía hallarse ningún traductor de cadáveres por su causa en la escena.
Estaba muerto y además, muerto de miedo. Acojonado por la sensación de soledad y el vacío invasor. Sufría una muerte de palabra sin eco. Trató de crear, pensar, componer, idear, cuadrar, hablar, recordar, expresar, gritar... Pero la muerte es muy suya y no da opciones. Lo intentó con señas sin identidad ni señales; con mensajes sin soporte; con sus ganas. Pero nadie hablaba su idioma. Finalmente suspiró por última vez y se acabó. Pero por un resquicio no catalogado que abrió -por casualidad-, alguien coló un poso de escucha y recibió un par de pistas sobre sus deseos.
Y ese alguien no era nadie, sino algo. Algo que pasó un día pero no tuvo lugar. Y al final se manifestó a través del único canal posible, un hueco... Un espacio sin "a priori" por el que finalmente pudo expresar. Y aunque después de muerto, la palabra tuvo su lugar.
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