Entré en mi álbum de fotos a buscar una referencia temporal y me encontré con esta imagen. No la había capturado conscientemente. Sin embargo mi teléfono indicaba la hora y el lugar exactos del disparo. Esa información me llevó a recordar (y situar) lo que pensaba en aquel instante. Aquella mujer tenía una mirada penetrante, no soltaba su teléfono, pero no lo abría (era de los de tapa). Tremendamente expresiva, casi podía escuchar sus diálogos interiores. Asocié sus manos y la fuerza de sus gestos a una escena de mi infancia. La clave: La Pantera Rosa de su camiseta.
Finales de julio del 82. Tenía 10 años, una camiseta de Supermán y la convicción de que esta camiseta estaría siempre conmigo. Y yo con ella. Podía sentir trasvase de poderes a través de la piel. Era feliz. Podía con todo. Pero un día en el campamento verano desapareció. Nadie, ni los monitores ni mis amigos sabían nada. Entré en barrena. El cielo se llenó de nubes a pesar de lo despejado que estaba para el resto; el aire pesaba. Empecé a pegarme por cualquier chorrada. El sueño me pesaba y la alegría del lugar me empezó a provocar escozor.
Una tarde se me acercó Julio, el coordinador de monitores para darme una "mala noticia". La camiseta había aparecido. La había encontrado una compañera -omitió su nombre- junto al fregadero. Estaba rota y había sido utilizada como bayeta. La sensación de impotencia y dolor se agrabó cuando en ese mismo momento me picó una avispa...Con los años fui recuperando los poderes. Como el de disparar una foto sin querer para pensar. Hoy intento no volar para no llamar la atención.
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