La siguiente historia que procede a continuación tuvo lugar un lunes de noviembre de 1991:
Millán y Lucía, dos desconocidos, a la altura del 9 de la calle Maestrillo Valle, se enganchan con la mirada y desde ese momento, las 10:30 horas, pasan tres días hasta que un cuerpo especializado en vínculos logra separarlos.
Al principio la gente pasa a su alrededor sin percatarse de lo que sucede. Pero como siempre hay alguien que vuelve y vecinos que pasan más de una vez por el mismo lugar, la imagen de dos personas (congeladas), mirándose sin moverse del sitio con expresión de angustia empieza a llamar la atención. Sin embargo, pasa un buen rato hasta que alguien se interesa por la situación.
Mientras, extenuados por la... prisión ocular, Millán y Lucía apenas pueden pronunciar palabra. Es Lucía quien rompe el hielo sin inquietar la mirada. ¿Qué ha pasado? No lo sé ¿Nos conocemos? Creo que no ¿Puedes parpadear? No. Yo tampoco ¿Qué hacemos? Ni idea, nunca me ha pasado algo así, pero sigamos hablando, que descansa la vista. Es cierto, ¿puedes moverte? Ahora sí, pero no puedo caminar. Entonces pensemos...
Por fin Ramón Tifh, el dueño del estanco para no fumadores se acerca y habla con ellos. Es él quien avisa a los especialistas en vínculos. No sabía que existía una unidad así dentro de la policía, dice Millán. No son de la policía, contesta Ramón, y añade: Son bibliotecarios de páginas sueltas, sin tapas, expertos en atar cabos sin pliegues más allá de las historias que las parieron (a las páginas).
Yo conocí a uno hace años, cuenta Lucía. Nos miramos a los ojos, pero nunca nos enganchamos... ¿A qué te dedicas, Millán? Al cultivo de discursos estructurados. Ayudo a las personas a construir argumentos partiendo de ideas brillantes o llamativas, pero inconexas ¿y tú? Yo trabajo con mayoristas de conceptos rebuscados. Ramón sonríe y concluye: Ese experto al que no te enganchaste, Lucía, es mi sobrino. Y lo más curioso del asunto es que tuvo que desvincularse de su deseo de enrolarse para ir a la Guerra de datos* para hacerse un experto en vínculos.
Cuando el sobrino de Ramón logra separar a Millán y Lucía atan cabos... Desde entonces son inseparables. Años y muchas conversaciones después se dan cuenta de que tienen otra cosa en común muy llamativa: ninguno de los dos lloraba desde la infancia, hasta que lograron desengancharse... de córneas para fuera. Pasaron un día entero con los ojos llorosos. Hoy no tienen problema de llanto y sueltan la lagrimilla cuando procede.
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*La Guerra de datos duró cuatro años, tuvo lugar en Tallín (Estonia) entre 1990 y 1994 por culpa de un malentendido entre periodistas mal informados.
Comentarios
Esta es una de esas historias como para apropiársela, no se puede quitar fácilmente la mirada y la sonrisa de la escena. El cuerpo especializado en lectores atrapados va a tener que intervenir.
Como nunca he tenido problemas con las lagrimillas, suelto una de emoción : es una historia emocionante.
Tapón