Ir al contenido principal

Transferencias de bajón

Lo había experimentado en sus carnes pero sólo durante un día o dos. También lo conocía por los testimonios de los demás, amigos, conocidos y enemigos. Pero ahora era diferente... Llevaba dos semanas de bajón (o más), hundido en la mierda, dando importancia a todo sin tener en cuenta nada. La risa había desaparecido del panorama interior, la muerte cobraba vida, el abandono era un hecho, las puñaladas daban forma a la incesante lluvia de aquellos días, a pleno sol.

Ahora entendía aquello de no levantar cabeza, porque nada le pesaba tanto como ésta. Las piernas se habían convertido en dos pedruscos con poco ánimo y menos gracia. Nunca había pesado tanto estando tan delgado. Y lo peor es que estaba tan obturado que no podía ni pensar en el porqué de su depresivo estado. No se trataba de desear desaparecer del mapa. Sencillamente estaba hundido y sin ganas de hacer esfuerzos por estar mejor. Aquello era diferente... No tenía nada que ver con ningún estado de ánimo conocido.

Años después lo recuerda con amargura. La huella de una herida latente se manifestó con fuerza y amplió su influencia. No fue una depresión. No fue un cabreo. No fue agotamiento. No fue un disgusto. Fue un removimiento de tierras internas provocado por su propio deseo de estabilizarlos para siempre. No me lo cuenta él, sino su hijo, que al parecer tiene ganas de hablar de él mismo para olvidarse de él mismo. Pero esto sí me lo dice su padre, que es parte esencial en la historia de este blog.  

Comentarios

Candela Guevara ha dicho que…
Unos buenos 'delirios de ruina', sí Señor. De mierda a mierda te digo que yo siento muy parecido ;)
Dani Seseña ha dicho que…
Ya sabes, el efecto reflejo ;)
Anónimo ha dicho que…
Los reproches que yo mismo me hacía me atacaron por la espalda y me salieron al paso en el camino,y tuveque luchar duramente.Ciertos malos recuerdos se apoderaron de mí.Las autoacusaciones me pesaron de pronto en el corazón.Así que busqué y recogí flores a mi alrededor,parte en un bosquecillo,parte en el campo.Empezó a llover suave y calmadamente,con lo que el tierno paisaje se volvió aún más tierno y silencioso.Para dos,Josakos y R.W

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...

En tela de juicio bajo tierra

Me echan monedas... ¡hasta billetes de 10 y 50€! Voy arreglado, sólo estoy algo mareado y sentado en el suelo del metro por no poder sostenerme en pie. Soy abogado , pero no puedo pararles y decirles que no necesito su dinero. No me sale la voz. Estoy preso  en este pasillo... Bloqueado, encerrado y cubierto por aquella tela de juicio que usaba mi padre para tejer el amor hacia mi madre, la gran fiscal en estado permanente (somos 15 hermanos). La superficie de mi maletín tumbado se ha deprimido por la gravedad del dinero... Y no para de hundirse. Yo, mientras tanto, sigo sin saber qué razón inmaterial me impide levantar la cabeza y erguirme como Dios siempre me indicó. Empiezo a detestar el sonido del dinero, la caridad... No puedo defenderme de este ataque absurdo. No sé si me miran mientras tiran su circulante. ¡Nos sabéis lo que llevo en el maletín, desgraciados, no lo sabéis! ¡Con estos papeles sabríais lo fácil que me resultaría hundir vuestros culos en la miseria. Por fin co