Del charco sale una sombra, la sombra se chamusca mientras se debate entre la vida y la venta, de la compra no hay factura y del registro sólo queda un charco. En un momento dado alguien protesta, otro alguien asume y en el extremo, otro plantea una duda. Dentro de esta historia sienten que no van ni para adelante ni para atrás; quieren salir sin haber entrado del todo... Pasan sin atravesar y miran sin ver a su alrededor. Mojados hasta arriba nadie se moja, porque el montante de la prudencia aplasta al riesgo de saber. La sombra se aclara y la duda planteada por otro protesta pero no llega a ninguna conclusión.
El brillo de un astro cae al suelo con violencia. La oscuridad asciende. Una piedra se resiste a la sepultura de los sedimentos propios del charco. La estrella que no brilla resbala por su propio peso, pero no tropieza. Un zapato sin cordones no ata cabos y se desata. Camina sin destino con el miedo de ahogarse en el charco. De la escena que acoge todos los elementos planteados en este post hasta ahora surge un guion nuevo. Una trama que no entiende de estupideces ni de opiniones destructivas... Ni de sabios que no saben nada. Ni mucho menos de consejos estériles que no entienden de ganas de cambiar las cosas.
Ella se levantó rara, pero con las cosas más claras. La confusión compró una parcela propia para tener terreno imposible de expropiar. La certeza sufrió un brote de acné, la alegría la pena de no ser ella 100%. La pena aprendió a alegrarse de los males propios y alejarse de los ajenos. Y la grima se enamoró de los pelos de punta. En "el rincón" de este espacio -cómodo- se sentó un sentimiento sin definir para no levantarse. Pero hoy, sin su protector (el convencimiento) ella se presentó ante los hechos, tomó las riendas y pidió explicaciones. No tenía por qué hacerlo pero lo hizo y mojada hasta el cuello nadó hasta llegar al bordillo. Y al final, como las cartas sobre la mesa... Sombra, luna, extremo, charco, brillo, trama e inquietud se expusieron ante el enemigo con el propósito de ser indultadas.
El indulto llegó y tras éste una fila de soldaditos de plomo que no saben defenderse. Y aqui termina esta extraña crónica. En la no defensa y en la asunción de los cargos que se autoimputan para no autoperdonarse nunca. En la charca que nunca se secó porque nunca tuvo agua. Y termina bien, con los y las implicadas conviviendo en OTRO escenario diferente con los matices que traen consigo.
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