Lleva varios meses recogiendo pedazos de sí mismo. Por el campo, ciudad, territorio virtual, mar, aire y caminos paralelos. Algunos son tan sólidos que parecen más enteros (con más cuerpo) que él, pero al intentar cogerlos con las dos manos vuelven a su lugar, al de ser pedazos de un todo. Se pierden en un camuflaje urbano que tiene un poco de todo. Al principio, le inquietaba que ocurriera esto, la ansiedad y la angustia le llevaban a pensar que jamás terminaría de recomponerse y todo quedaría en un camuflaje perenne de un plano subjetivo. Pero poco a poco, mientras sigue recolectando, va entendiendo que no se puede adelantar el tiempo ni adelantarle por un lado.
¿De cuántos pedazos estoy hecho? Se preguntaba en esos días de angustia. Ahora, no los cuenta, porque se lo cuenta. E incluso está aprendiendo a vivir y recolectar al mismo tiempo. A compaginar su existencia con la de los demás y sus pedazos. Envidia a todos aquellos que no necesitan contar nada para vivir; ni pensar en compaginar, porque les sale de forma natural. En este sentido, recuerda un verano (que luego siguió en otoño, invierno y primavera) que estuvo enfermo. Tenía 4 años y no podía jugar al mismo nivel que sus amigos, ni comer lo mismo que ellos. Pero vivía -limitado y a largo plazo- en el mismo plano subjetivo que ellos. Ahora vive y es autónomo, pero necesita (como algo vital) entender por qué un día no lo fue; por qué se engañó pensando en que la vida equivalía a no serlo.
A veces se siente como un desconocido ante sí mismo... Como Frankenstein en pleno desglose. Buscando el origen de cada pedazo, porque necesita comprender por qué su mano derecha tiende a agarrarse a clavos incandescentes mientras su zurda puja por abrirse paso en aguas desconocidas e inseguras (como un calamar); o por qué su cadera gira por derroteros incomplatibles con los tobillos; o por qué su visión en ocasiones decide limitarse a un desenfoque pactado; por qué su pecho prefiere engañarse un poco y sus hombros proponen lo contrario.
Hoy ha encontrado un trozo con el que no contaba. En apariencia tiene poca chicha, es diminuto, pero agita con fuerza. Impulsa, propone, mueve, empuja, aprieta donde duele y aplaude donde se agradece. Ha podido sostenerlo e incorporarlo y aunque le ha provocado cierto cosquilleo, la risa no ha impedido entender lo serio del tema. En fin, ¡poco a poco! Se dice mientras se toma un pincho de tortilla y saborea cada una de las intenciones/ingredientes que la componen.
Comentarios
He tenido que recurrir a escribirte este comentario en tu propio blog porque no he encontrado la manera de saber tu e-mail para poder contactar contigo. Discúlpame las formas de antemano.
Me gustaría comentarte un asunto, así que agradecería que me mandaras un mensaje a [email protected] para poder empezar a comentártelo en privado y ver qué te parece.
Un saludo, disculpa de nuevo las formas de proceder y gracias igualmente.