El agente de policía se encontró un mensaje corto tirado en el suelo. Era una frase hecha que se había deshecho. No había sangre ni huellas ni rastro de sentido. Sí había, en cambio, una convicción suelta sin sujeto, una palabra sin vocales y una vocal abocada al fracaso. La frase parecía haber muerto de asfixia por un suspiro exacerbado. Clamó por una oportunidad de ser escuchada, entendida y contextualizada, pero cayó sin remedio; borrada y abandonada por una boca cerrada y unos dedos desganados.
...El día anterior había soñado con una frase en un idioma que no podía traducir. Lo recordó al llegar a su casa. Estaba cansado, sobrescrito y carente de acentos. Pero relajado. Cuando se fue a la cama repasó los hechos previos a encontrar el mensaje corto. Uno por uno. Y uno de ellos (tropezar con la frustración de no haber hecho algo que debió asumir en su día) le llevó a entender que nada había sido casualidad. Es más, se rompió cuando (aparentemente sin querer) descifró el mensaje del sueño. Era la misma frase que encontró muerta en el suelo. La suya. Un sueño abandonado que, ahora sí, estaba preparado para asumir.
Hoy ha logrado pegar los trozos de sí mismo con palabras que pensó eran de otro. En el fondo era fácil. Una cuestión de... pronunciación.
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La ilustración es un collage de ErreGálvez, descubierto en su cuenta de Instagram. Toda una fuente de inspiración.
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