Me mandé un mensaje a través de un perfil que no me sigue. Y
claro, nunca me llegó aunque me explotara en la cara. Hay cosas que
técnicamente no pueden pasar aunque pasen. De hecho pasan de largo, como
el mensaje. Entonces, eso sí, pensé que me quedaba en el mismo sitio
mientras el mensaje se alejaba. Pero no, seguía en movimiento; más
lento, pero sin parar. Me pregunté por qué no me seguía y me respondí de
manera poco objetiva cuando me puse de perfil; o sea de su parte.
Tendemos a pensar que nuestro perfil es como la sombra. Incondicional
por el hecho de partir de nosotros... Pero no, el perfil aprende por lo
bajini y el capullo se independiza en parte. Y seguir sus pasos para
recuperarlo es (del todo) imposible. Así que mi perfil y yo tenemos un debate eterno.
Los hechos ocurrieron el día que se me cayó una idea a una papelera que contenía material de película. Se fundieron y acabaron en la química de un vídeo que se hizo viral. Llegó a unas 100.000 personas en poco menos de una hora. Esas 100.000 personas siguieron con sus vidas, pero un tiempo después empezaron a desarrollar (inconscientemente) la idea que se me cayó a la papelera y se fundió con la película... Un acontecimiento accidentalmente subliminal que sólo yo conozco porque me estalló en la cara un mensaje propio, desde lo ajeno (de mí). El mensaje que hablaba de las consecuencias que tiene no ciudar lo que pienso.
Un día, mezclado entre semanas impuestas, coincidimos los 100.001 en un recinto onírico, tan surrealista como los hechos. Como la idea que no fue. Charlamos como si fuéramos dos. Nos enviamos mensajes desde los soportes que nos permite la sombra. Intercambiamos perfiles y posturas encontradas. Y al final hicimos consciente la idea derramada a la papelera. Del lado individual viajó hasta el colectivo y cuando emergió no hubo duda de que cada uno tiene lo suyo, la suya. Pero aquella era mía y hoy, de tantos. Por eso no importa de qué va, lo que importa es que ni siquiera es verdad. Es tan sólo una ficción pensada por una persona -que no soy yo, ni ninguna de las 100.000- que trata de amarrar claridad dentro de miles de voces que pasan por su cabeza.
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