Ir al contenido principal

La foto desarraigada

Quería ir a aquella exposición de la que tanto había leído. Llevaba dos meses intentándolo. Soñaba con ella; aparecía en conversaciones propias y ajenas. Se colaba en los recuerdos y en las ideas más absurdas; incluso entre palabras que nunca pronunciaría estando solo en mi salón. Ahí estaba, dando guerra​ una colección de fotografía que no me quitaba ojo. Instantáneas que cambiaban de fondo según la forma de mirarlas. Una sala a la que, deseando ir no podía ni acercarme. Lo intentaba, llegaba incluso a poner la directa, pero  algo ​siempre terminaba expulsándome de la ruta. Un mensaje, 140 caracteres, un link vacío, acordarme de un asunto pendiente, de una llamada... Todo valía para no ir.



Y así un día tras otro... Noche tras noche. Las fotos con fondos cambiantes me llamaban, pero no podía estar delante de ellas. Era todo un boicot a mi intención.



​Ayer, sin embargo, en una jugada consciente -mientras me desvelaba a las 4 de la mañana- encontré una fórmula para engañar al engaño con mentiras sinceras y distraerlo durante unas horas. El problema fue que la exposición había terminado y en su lugar di con una sala llena de información inconexa que agitaba por dentro al observarla. Se titulaba El dato de reojo y consistía en un conjunto de hechos, datos (netos y brutos), noticias que nunca habían sido comunicados. De todas la formas y fondos. Me quedé perplejo, no podía parar de leer, de mirar, de interpretar, de preguntarme por ésto y lo otro. Y así pasaron las horas hasta que me quedé solo y cerraron; casi tuvieron que echarme.



Decidí volver dando un paseo. Tenía una extraña sensación de desarraigo difícil de procesar. Sólo haciendo el camino al andar -pensé- podría depurar este malestar; porque es lo que era, puro malestar. Una agria sensación de ser pero no estar o de estar pero no ser del todo. Y para colmo se mezclaba con la típica paranoia de que la gente me miraba, en concreto los mayores. Mayores imaginar​ios que me decían: “Tú eres de por ahí”. Tras tanto contacto con los datos; con tanta pregunta surgida de la nada cuando me dirigía a un todo anhelado y prohibido, aquellas fotos con fondo variable; con tanto esfuerzo realizado contra la parálisis propia... Me había quedado, de pronto, sin sitio. El camino a casa se había convertido en una huida, en un regreso, en un progreso, en una afirmación, en una búsqueda del origen ​que consolidara mis decisiones. 



Lo más absurdo y esperanzador de este trayecto es que cuando llegué, con cierta ansiedad, alguien me había dejado en la puerta de mi casa una foto sin marco y con contexto por escribir. En el reverso una nota decía: “Por ahí se llega al fondo del instante. Fdo.: Una desarraigada de libro”.
--------

* Entrada inspirada en este "tuit" de la periodista Violeta Molina: "No pareces andaluza, tienes pinta de 'por ahí' acaban de decirme en mi pueblo #Desarraigo. Gracias @violetamolina!

Comentarios

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...