Se había quedado dormido mientras concentraba su mirada en el fondo de la forma. En la primera parte del sueño viajó a una ciudad que flotaba en mitad de una idea, más o menos pensada. Antes de llegar al ecuador construyó dos castillos en un aire poco respirable. Antes de despertar tuvo una pesadilla consigo mismo: se levantaba prematuramente y en lugar de tobillos tenía el mundo a sus pies; pero era... todo un mundo caminar por él. Así que sólo podía andarse con rodeos. Y cuando despertó se había transformado en un rumor. Y eso ya no era un sueño.
El día anterior la chica que tenía interés por él giró la cabeza (mirada incluida) y del quiebro le provocó un esguince cerebral. Quizá de ahí que mutara de cierto a rumor. Se sentía cierto, pero muy de pasada y como no podía confirmarlo se cosió a una duda tan sólida como razonable. Ella, la chica, no era consciente porque nunca vivió el vínculo con la misma intensidad que él aplicaba a cada momento de su vida. Y era más de negar que de dudar. Eso sí, cuando le abandonó empezó a afirmar. Sabía que no podía caminar junto a un rumor que se dejaba sus días entre actos oníricos. Así es él, se justificaba ella.
Días después un sueño se hizo autónomo y puso una sede alternativa de sí mismo. Segúramente se trataba de un leucocito sublimado que decidió por su cuenta, más allá de rumores. La cosa fue tomando forma, con la nutrición adecuada. Incertidumbres y afirmaciones discutían en todo tipo de formatos: sueños, canciones, pensamientos, frases, diagramas, vasos, frases (poco) hechas... Dialogaban, se gritaban, hacían pactos. Y así, poco a poco él volvía a ser él sin la obligación/necesidad de ser el mismo. Lo importante era estar en el sitio, en su lugar.
Y ahora yo -un servidor, un glóbulo aclarado, alguien que escribe sin resistencias- he decidido apagar un rato la luz para trabajar con aquellos rescoldos que nunca debí archivar.
Comentarios
En PF siempre acabo encontrando la viga en el ojo propio.