Ir al contenido principal

La trompeta y el deseo


La gente inhala humo, vapores huérfanos, suspiros, orgullo, palabras... Pero Pol, por accidente, respiró una frase que abandonó una mujer con la que se cruzó en un momento dado. Decía algo así como que quería alinearse con Lorraine, la trompetista de un cuento no contado. Atrapado por un deja vù o por la extraña sensación de un sueño reciente, Pol quería saber más. Pero cómo. No podía abordarla en medio de la calle para preguntarle por Lorraine. La inquietud y cierto grado de ansiedad le alteraron la noche. Ella se alejaba. Gesticulaba mucho mientras hablaba con su amiga. Movía las manos con tanta expresividad que parecía muda. Entonces empezó a caminar tras ella. Tenía delante un volumen suficiente de gente como para camuflar su persecución. Sin embargo su inexistente entrenamiento como espía la llevó  a desaparecer. 

Con mucho ruido en la cabeza y una creciente ansiedad, siguió caminando sin destino fijo. Entró en un club de jazz atraído por el cartel y por la ausencia de muchedumbre. Apenas habría 20 personas en su interior que se distribuían entre la barra, los servicios y el pie de escenario. Se sentó en una banqueta descosida, bien pegado a la barra. Pidió una cerveza y un deseo. La cerveza llegó inmediatamente, el deseo tenía sus tiempos. La banda, entregada al vacío de un local decadente tocaba como si fuera el concierto de su vida. Era de agradecer. Pol se animó a pesar de su sentimiento perenne de perdedor y de su frustración por haber... perdido a la mujer de la frase. El trompetista conquistó el escenario con un solo de los que te llevan en volandas. Y Pol cayó en su melodía.

Empezó a soñar sobre la banqueta vieja. Imaginó que ella entraba por la puerta y que, atraída por su misma inquietud, se acercaba a él para compartir preguntas sobre el escenario que unió a Lorraine, sus notas y a ellos dos a través de un cruce en plena calle Absurda. Eran preguntas y respuestas sobre historias que no pasan, películas que sólo se ruedan y proyectan en la cabeza, guiones en versiones por debajo del planteamiento... Dudas sobre cómo lo inesperado seduce a la certeza sin concesiones; o cómo un mensaje que llega a un buzón deslocalizado abre una carta dispuesta a escuchar propuestas. En el sueño, donde el tiempo se tomaba un respiro, nada afectaba por encima de sus posibilidades y todo tenía sentido, incluso algunos significantes que renunciaron en su día a abandonar su codificación. Los algoritmos más complejos tocaban acordes de terciopelo.

Hoy hace un año de aquel cruce de la calle Absurda con el callejón de Cautela. Hoy hace un año que Pol compró una trompeta sin ánimo de conocer sus secretos ni de tocarla, lo hizo solo para recordar que por un momento un cuento no escrito casi escribe una capítulo real. La gente inhala humo, vapores huérfanos, suspiros, orgullo, palabras... Pero Pol respira deseos que tienen sus tiempos y uno de ellos anda suelto.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...

En tela de juicio bajo tierra

Me echan monedas... ¡hasta billetes de 10 y 50€! Voy arreglado, sólo estoy algo mareado y sentado en el suelo del metro por no poder sostenerme en pie. Soy abogado , pero no puedo pararles y decirles que no necesito su dinero. No me sale la voz. Estoy preso  en este pasillo... Bloqueado, encerrado y cubierto por aquella tela de juicio que usaba mi padre para tejer el amor hacia mi madre, la gran fiscal en estado permanente (somos 15 hermanos). La superficie de mi maletín tumbado se ha deprimido por la gravedad del dinero... Y no para de hundirse. Yo, mientras tanto, sigo sin saber qué razón inmaterial me impide levantar la cabeza y erguirme como Dios siempre me indicó. Empiezo a detestar el sonido del dinero, la caridad... No puedo defenderme de este ataque absurdo. No sé si me miran mientras tiran su circulante. ¡Nos sabéis lo que llevo en el maletín, desgraciados, no lo sabéis! ¡Con estos papeles sabríais lo fácil que me resultaría hundir vuestros culos en la miseria. Por fin co