Vengo de charlar con Pedro Turbio. Ha vuelto a España después de 20 años ejerciendo de gondolero en Venecia. Dice que ya no queda agua, sino la impresión líquida de un elemento que nos hizo flotar; y en ocasiones, reflotar. Y ese elemento no soy yo. Como tiene un dinerillo ahorrado y muchas ganas en el agujero del bolsillo, va a montar un negocio propio de barquitas en Madrid. Dice que existen canales por donde discurre un flujo sin color, compuesto por millones de millones de palabras que nunca han llegado a pronunciarse; por falta de tiempo o por partir de ideas ocurridas fuera de lugar. Y ese flujo es 100% navegable, asegura.
Como ocurre con tantos personajes de Periodismo Ficción, Pedro Turbio quería flotar dentro de un contexto. Impulsado por la emoción de verse tan real como la ficción misma, no me ha dejado pagar ni una ronda. Es más, en esta ocasión me he permitido dar la vuelta a la película y le he pedido que me deje participar de su idea. No sé, me ha pillado desprevenido. Por un momento he querido formar parte de una idea ocurrida en la volatilidad de un sueño olvidado; pasar de mí y engancharme a una góndola adaptada a un mundo que me pilla lejos por muy cerca que lo tenga. A favor de mi ocurrencia, Pedro Turbio no ha dudado en buscarme un sentido dentro de su barcaza. Y se lo he agradecido mucho, pero ha durado poco, justo lo que he tardado en dejarme llevar por la emoción de verme tan real como la ficción misma y pagar la ronda final.
Con el cambio Pedro se ha esfumado. Pero ha sido interesante la experiencia. Conocer a alguien capaz de navegar por canales de secano sobre un caudal de palabras e ideas inadaptadas. Estoy pensando en construír una barca para reflotar un viejo sueño. A ver si tengo suerte y encuentro el mismo faro que le ha dado a Pedro Turbio la señal de entrada a un buen puerto.
Comentarios
Navegar por el lenguaje es navegar por todas las ideas y las cosas a los que los hombres han puesto nombre y el caudal es infinito.
Cop