---Retornar: (3. tr.) Hacer
que algo retroceda o vuelva atrás---
Salía de
fuera cuando entró hasta dentro. En el camino alquiló dos películas descatalogadas. Y
antes había tirado a la basura las pisamierdas que aún le
vinculaban a su otra vida; con ellas había deshecho mil caminos, un recorrido y
pateado una calle con rumbo. Pero ahora camina por una cuerda que se ha
estrechado justo en el momento en el que su argumento ha ganado peso. Así es
la vida, dice el asidero de turno. Mira hacia un lado, hacia otro,
hacia arriba, abajo... Reconoce el espacio, se identifica consigo mismo y sigue
discurriendo por la cuerda floja.
Apenas se ve nada ya. Todo está tan oscuro que no reconoce ni sus pies, pero prefiere oscurecer y fundirse con la oscuridad que morir por no intentarlo. Incluso, por qué no, darse una vuelta por la tenebrosa oscuridad. Entonces se da cuenta de que los viejos monstruos que le inspiraban la creación de mil escudos para protegerse de ellos, ya solo asustan... No matan. Y el susto, es eso, un susto. El tercero pierde su efecto. Qué curioso fenómeno: tener miedo del miedo por encima de la fuente que lo provoca. Sigue paseando con sus inseparables auriculares que le suavizan un poco el estruendo del silencio real.
La cuerda sigue perdiendo grosor, apenas queda un hilo rojo imperceptible, pero sigue caminando por ella en medio de la oscuridad. A veces parece hundirse. Ha llegado a un punto en el que no sabe si ha adelantado, retrasado, girado o se ha elevado del terreno. Eso sí, sabe que tiene que dar entre 107 o 1.044 pasos para llegar a aquel pasillo que atravesó la tarde/noche cuando salió -sin retorno- hacia adentro. Más que un pasillo, es una transición, un corredor que une contextos. Y mientras, el hilo rojo empieza a sublimar; es su definitiva transición hacia el sólido mundo del vapor.
Camina ya sin pensar en el terreno; lo hace entre recuerdos y experiencias, entre reflexiones y cosas por pasar... Y sobre todo, empieza a hacerlo porque sí. Demasiado tiempo avanzando porque no. Charla con unos y con otros o calla para siempre. Tantas lágrimas han dejado la superficie perfecta para el cultivo de ideas no planteadas, e incluso no padecidas. No tiene una sonrisa idiota, pero no está mal. Puede con ello. Llora y disfruta llorando... Antes no podía. Seguramente porque los monstruos acojonaban demasiado... O porque el dolor escuece más en la mente que en la piel.
Se llama Pacho Nara, he coincidido con él en mitad del camino; yo iba en mi mundo, pensando en un post concreto y al chocar con él, he caído sobre esta idea y he llegado a una entrada discontinua. Hemos hablado mucho de miedos y hemos jugado con ellos, sin red protectora. Ahora, teniendo en cuenta los pasos dados y las cifras descifradas me voy a tomar un respiro con calma. Así todo se saborea mejor. Y mañana no será otro día.
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