Se pasó la noche haciendo cola. Antes, mimetizándose con un armadillo (que estaba por ahí de paso antes de su extinción), había probado a protegerse del mundo y de sí misma para intentar convertirse en una coraza con forma de bola. La cola no avanzaba muy rápido, pero no iba a abandonar. Y eso que desconocía la meta, pero sí dónde tenía que llegar... Y tanta (coraza) como deseos de no necesitarla; pero a veces las cosas son así. ¿Así, cómo? Así, contradictorias. Querer cuando no quieres o no quieres querer; o crees querer cuando crees más de la cuenta o no te crees lo que quieres cuando quieres demasiado... Perdió el tiempo en algún rincón. Junto a algunos principios. Ocurrió sin querer, sin creer, pero ocurrió. Pero los finales esperaban pacientemente su llegada de fondo.
Paso a paso, la distancia con el fin se estrechaba. Y entre el "no quiero ver", pero "lo miro", se agarraba inconsciente a esa fila de personas sin rostro. Era el único argumento de continuidad que iba quedando en su vida. Si se salía, se perdería para siempre en un espacio (agujero, hoyo o universo) lleno de nada aunque parecía disponer de todo... Un todo construido con estructuras de filtros del pasado. Cada vez más agarrotada, la sólida armadura invadía la flexibilidad que un día cubrió sus intenciones. Se apagaba despacio, se endurecía. Apenas parpadeaba. Casi no aplaudía. Y en su mente empezaba a quedar espacio sólo para los recuerdos más fuertes; aquellos que deciden aporrearnos en esos momentos tan oportunos. Entonces ocurrió durante un rato. Como Pinocho, pero sin pronunciar una sola mentira, pasó a ser madera.
Después, en un suspiro de sublimación, logró trascender a la rigidez. Ya podía ver el final de la cola. La noche estaba siendo tan larga que no sabía ya si era una sola o la sucesión (sin pausas) de muchas. Se preguntaba ¿Cómo voy a llegar hasta ahí? ¿Cómo voy a terminar de trazar el desierto yo sola? Con fuerzas, pero sin facultades. Con ganas, pero sin capacidad de ejecutarlas. Con alegría bajo la careta de la no expresión finalmente llegó. Una figura esperaba en mitad del contraluz. Ella cayó y por un momento pensó/sintió que se ahogaba en el pantano arenoso; que el desierto era ella y no el exterior. Por un momento palideció al pensar que regresaría a la madera gestual. Pero alcanzó el final de la cola y allí se encontró con lo puesto. Echó un vistazo por dentro, alrededor y por dentro del alrededor y aunque le chocó ver que todo estaba en el mismo sitio, todo había cambiado. El contraluz y una historia (que no un travelling) llevaban su nombre.
Comentarios
Por mucha coraza, por mucha madera que uno sea o finja ser un rato...leyendo algo así, como poco echas raíces en PF.