Ir al contenido principal

El epílogo de un link al agujero negro

Lleva dos días perdido en internet. Nadie sabe nada de él. Nada sabe él de sí mismo. Está ahí, pero no. Dicen los que le conocen que ha pasado por una plaza cercana a la gran plataforma de ventas. Los que no le conocen comentan que hace un rato que se le ha visto por la librería del Tres. Él lo niega, pero no del todo.Una amiga "de sie
MC Escher, "Bond of Union", 1956.
mpre" sabe algo más. 

...Se vieron en una bandeja de entrada. Estuvieron repasando diálogos archivados. En uno de estos había un sueño adjunto. El que tuvo ella sobre él en los años de universidad. Veía un parto de una novia inexacta e inexistente que daba a luz un preámbulo. Él abrazaba a los dos y completaba el epílogo (aparentemente) innato. Después cambiaba la secuencia y todo se convertía en un ventanal desde donde se apreciaba cómo el panorama ganaba en nitidez. Y todo el sueño era parte de otro. Qué cosas.

Pero la realidad, al menos la que dicen los expertos en perdidos, es que pinchó en un enlace que ocultaba un agujero negro digital. Muy poco se sabe de estos fenómenos, tan sólo que quien cae en ellos desde su cuenta (y riesgo) se sumerge en una dimensión desconocida. Tan desconocida como esa parte de uno mismo imposible de conocer del todo. Una dimensión -teorizan- compuesta por links rotos, errores fatales, mesajes no enviados (o enviados sin asunto), archivos que nunca pudieron adjuntarse, documentos inconexos... Una entelequia de abandonos y desarraigos provocados por la acción de no acceder a nada

A la espera de noticias, los que le buscan, esperan a que un fallo de sistema devuelva por error a su amigo a su cuenta. Pero incluso el concepto "esperar", "errar" o la realidad de comprobar no son del todo reales en este nuevo contexto donde un vínculo vale más que mil palabras huérfanas. Así que este post podría concluir como empezó: desde la lectura azarosa de un texto que empezó, que fue enviado con acierto, que clama por su continuidad y que arde en su contacto con el silencio.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Rompo la ausencia de comentarios y espero que el desaparecido haya surgido ya como esas ondas gravitatorias anunciadas por Albert. Ardo en silencio mientras...
Tapón

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...

En tela de juicio bajo tierra

Me echan monedas... ¡hasta billetes de 10 y 50€! Voy arreglado, sólo estoy algo mareado y sentado en el suelo del metro por no poder sostenerme en pie. Soy abogado , pero no puedo pararles y decirles que no necesito su dinero. No me sale la voz. Estoy preso  en este pasillo... Bloqueado, encerrado y cubierto por aquella tela de juicio que usaba mi padre para tejer el amor hacia mi madre, la gran fiscal en estado permanente (somos 15 hermanos). La superficie de mi maletín tumbado se ha deprimido por la gravedad del dinero... Y no para de hundirse. Yo, mientras tanto, sigo sin saber qué razón inmaterial me impide levantar la cabeza y erguirme como Dios siempre me indicó. Empiezo a detestar el sonido del dinero, la caridad... No puedo defenderme de este ataque absurdo. No sé si me miran mientras tiran su circulante. ¡Nos sabéis lo que llevo en el maletín, desgraciados, no lo sabéis! ¡Con estos papeles sabríais lo fácil que me resultaría hundir vuestros culos en la miseria. Por fin co