Bueno, pues se acabó. Finiquitado 2007... seguimos.
Tengo un aguacate en mi ventana; la planta, vamos. La sembré después de comerme el fruto. Me pareció que aquel hueso tan bonito y brillante no merecía acabar en la bolsa de basura con el resto de desperdicios orgánicos. Lo indulté. Seis meses más tarde, y después de regarlo día sí día no, comenzó a brotar algo verde... Mi emoción fue enorme. Era la primera vez que crecía algo que yo mismo había plantado. Al menos conscientemente, no sé qué habrá ocurrido con los huesos de aceituna o de las uvas que caerían de mi boca al jardín de mi madre en los años previos a la emancipación.
Tengo un aguacate en mi ventana; la planta, vamos. La sembré después de comerme el fruto. Me pareció que aquel hueso tan bonito y brillante no merecía acabar en la bolsa de basura con el resto de desperdicios orgánicos. Lo indulté. Seis meses más tarde, y después de regarlo día sí día no, comenzó a brotar algo verde... Mi emoción fue enorme. Era la primera vez que crecía algo que yo mismo había plantado. Al menos conscientemente, no sé qué habrá ocurrido con los huesos de aceituna o de las uvas que caerían de mi boca al jardín de mi madre en los años previos a la emancipación.
Hoy la planta mide unos 50 centímetros y resiste al frío como una jabata en una pequeña jardinera de mi ventana. Pero me llama la atención que una de sus hojas, no la primera que salió, se niega a caer, cuando muchas de sus compañeras palmaron meses antes... No voy a forzar su sepelio, aquí cada uno que decida cuándo debe retirarse de la lucha. El caso es que disfruto viendo crecer mi aguacate y sus matices. No sé que ha sido de los pipos de las últimas uvas, pero sí sé que empieza un año más... Y eso, amigos, es mucho.
¡Feliz año!
¡Feliz año!
Comentarios
Aguacate centenario, con apenas seis meses, que esperan la epifanía alegre de clarinete y tamboril de la primavera.
Enhorabuena por el blog.