Un señor, que rondará los 80, camina hacia mí. A contraluz. Se le transparenta el abono transportes. Apenas queda trama en su camisa, tipo guayabera, para tapar viejas intenciones de movilidad. Camina con cierta tendencia a la derecha; seguramente amparada en una puñetera escoliosis. Mastica un palulú (palo de regaliz) y parece ilusionado. No hay bastón de apoyo y sí un paso firme sobre chanclas deportivas (que algún nieto le ha debido de regalar recientemente).
Quiero seguir dibujándole, pero nos vamos a cruzar dentro de cinco metros... Cuatro, tres, dos, uno. Se acabó. Ahora me da la espalda. No puedo girarme. Las reglas lo impiden. ¿Qué reglas? Las que nunca se escribieron respecto a los dibujos sin tinta entre personas que se cruzan. Está sumamente prohibido. Pero me engañaría si pienso que el señor de 80 años con guayabera sin trama, con palulú, escoliosis de derechas y chanclas deportivas, ha quedado a mi espalda. Al contrario. Sigo dibujando...
...Lo mimso que hace un chico de unos 15 años que viene 'por ahí'. El cabrón me está dibujando. Lo noto. Se le ve a la legua. ¡Qué estará diciendo! ¿Cómo me verá? ¿Y si resulta que por un extraño fenómeno espacio-temporal, provocado por esta mierda de calor, resulta que ese chaval soy yo hace casi 25 años? ¿Y si el octogenario anterior era yo también? O puede que ese chico sea mi nieto que va a buscar unas chanclas para mí.
Papá. Dime hijo. Nuestro turno.
Afortunadamente mi hijo está atento. No estamos como para esperar 15 turnos en la charcutería. No estaba soñando. No estaba en blanco. Estaba tranquilo, imaginando, y mientras 'el enano', me cubría la vanguardia mientras yo jugaba a los perfiles en la retaguardia. Esta noche le contaré un cuento nuevo. Y en ese cuento él tendrá 15 años y muchos metros -¡qué digo metros, kilómetros!- para dibujar su propio perfil a contraluz.
Quiero seguir dibujándole, pero nos vamos a cruzar dentro de cinco metros... Cuatro, tres, dos, uno. Se acabó. Ahora me da la espalda. No puedo girarme. Las reglas lo impiden. ¿Qué reglas? Las que nunca se escribieron respecto a los dibujos sin tinta entre personas que se cruzan. Está sumamente prohibido. Pero me engañaría si pienso que el señor de 80 años con guayabera sin trama, con palulú, escoliosis de derechas y chanclas deportivas, ha quedado a mi espalda. Al contrario. Sigo dibujando...
...Lo mimso que hace un chico de unos 15 años que viene 'por ahí'. El cabrón me está dibujando. Lo noto. Se le ve a la legua. ¡Qué estará diciendo! ¿Cómo me verá? ¿Y si resulta que por un extraño fenómeno espacio-temporal, provocado por esta mierda de calor, resulta que ese chaval soy yo hace casi 25 años? ¿Y si el octogenario anterior era yo también? O puede que ese chico sea mi nieto que va a buscar unas chanclas para mí.
Papá. Dime hijo. Nuestro turno.
Afortunadamente mi hijo está atento. No estamos como para esperar 15 turnos en la charcutería. No estaba soñando. No estaba en blanco. Estaba tranquilo, imaginando, y mientras 'el enano', me cubría la vanguardia mientras yo jugaba a los perfiles en la retaguardia. Esta noche le contaré un cuento nuevo. Y en ese cuento él tendrá 15 años y muchos metros -¡qué digo metros, kilómetros!- para dibujar su propio perfil a contraluz.
Comentarios
Copifate