Viene de Amarracos (II)
Ella era la última persona con la que esperaba encontrarse al salir del coma. Pero ahí estaba 'La Fanny', la prostituta de la cuadrilla del Anselmo (la misma que le robó la cartera mientras le agarraba de su complejo escrotal hace una semana), y la única que se había preocupado por su estado. Raúl Martín vio, por el rabillo del ojo, que junto un vaso de plástico había reaparecido su cartera... aparentemente intacta. Sonrió y le preguntó a La Fanny qué había pasado, dónde estaba y por qué. Ella se encogió de hombros y, con voz de niña adolescente (matizada por el sentimiento de culpa) contestó que no sabía nada; se había enterado de casualidad a través de un cliente.
Le dio un beso en la mejilla y le susurró, con el mismo tono: Si te pones bien pronto te invitaré a un trago muy muy profundo, pero recupérate. Raúl no estaba para imaginar; apenas podía recordar... Dónde está Martín, preguntó. Y La Fanny, que conocía bien su rollo dual, no quiso hablarle del escaparate de los peluches, prefirió entrar en su juego de locura transitorio. Sin embargo, al abrir la boca su mente le traicionó y respondió con un certero: le mataste, por fin. Pálido, Raúl (sin Martín) cerró los ojos y respiró hondo. Lo sabía. Me lo encontré en sueños, pero era él quien me mataba a mí de un disparo con bala hueca. De pronto ella, cayó en coma. ¡Fanny! ¡Enfermera!
Allí mismo intentaron reanimarla, pero fue inútil. El subconsciente y el verbo letal acabaron con su vida de un plumazo. Raúl Martín, ya con la personalidad unificada gracias al shock, dejó de pestañear. Un movimiento mecánico le llevó hasta la cartera. La abrió. No le faltaba nada. No sabía qué buscaba, pero intuía que tenía que encontrar algo que explicara lo que había pasado. Junto a la vieja foto recortada de Gilda, había un papel nuevo... Una nota escrita por La Fanny donde decía: Cuando lo leas, avísame si puedes, tienes mi número. Raúl Martín, no lo dudó y llamó. Una voz de niña adolescente (y libre de culpa contestó). Quién eres, preguntó Raúl, soy Fanny Martín. ¡Ya tardabas!
Continuará... (o no)
Le dio un beso en la mejilla y le susurró, con el mismo tono: Si te pones bien pronto te invitaré a un trago muy muy profundo, pero recupérate. Raúl no estaba para imaginar; apenas podía recordar... Dónde está Martín, preguntó. Y La Fanny, que conocía bien su rollo dual, no quiso hablarle del escaparate de los peluches, prefirió entrar en su juego de locura transitorio. Sin embargo, al abrir la boca su mente le traicionó y respondió con un certero: le mataste, por fin. Pálido, Raúl (sin Martín) cerró los ojos y respiró hondo. Lo sabía. Me lo encontré en sueños, pero era él quien me mataba a mí de un disparo con bala hueca. De pronto ella, cayó en coma. ¡Fanny! ¡Enfermera!
Allí mismo intentaron reanimarla, pero fue inútil. El subconsciente y el verbo letal acabaron con su vida de un plumazo. Raúl Martín, ya con la personalidad unificada gracias al shock, dejó de pestañear. Un movimiento mecánico le llevó hasta la cartera. La abrió. No le faltaba nada. No sabía qué buscaba, pero intuía que tenía que encontrar algo que explicara lo que había pasado. Junto a la vieja foto recortada de Gilda, había un papel nuevo... Una nota escrita por La Fanny donde decía: Cuando lo leas, avísame si puedes, tienes mi número. Raúl Martín, no lo dudó y llamó. Una voz de niña adolescente (y libre de culpa contestó). Quién eres, preguntó Raúl, soy Fanny Martín. ¡Ya tardabas!
Continuará... (o no)
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Un abrazo