Justo Talla ha nacido el 1 de enero de 2012 con 32 años de fábrica. Ha sido concebido por la suma de restos de lapsus, recuerdos, sueños, pesadillas ideas muertas o despropósitos de mucha gente. Nadie es consciente de ello, salvo él, que a diferencia del resto de personajes y seres humanos, sabe de dónde viene desde el principio. Tiene tantos padres y madres como restos de material de pensamiento ajeno que terminan cada día el váter o en el aire. Por alguna razón imposible de conocer, una red (o colador) desplegada en alguna parte -entre lo tangible y la autopista de ideas- ha capturado la meteria de todo ese circulante y ha terminado por tomar la forma de Justo.
No tiene aspecto de Golem, pero es una mezcla de rasgos de Antonio Banderas con Fredo (John Cazale), el hermano mediano sacrificado por el pequeño Michael (Al Pacino) en El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972). Pasa desapercibido por la calle. Mientras se adapta a la existencia, intententa dar sentido y estructura a todos esos desechos de los que está compuesto. Hay de todo: lapsus imprudentes o sencillamente geniales pero no apreciados por el autor; atajos de una comedura sublime de tarro; buenas ideas que al no ser apuntadas cayeron en el olvido; malas ideas que afortunadamente cayeron en el olvido; deseos censurados; deseos no cumplidos; notas no verbalizadas, huérfanas de forma y fondo; palabras no escritas pero que estuvieron dispuestas a ser pronunciadas; sueños no recordados; cruces de cables; caras que parecen conocidas; tentaciones delictivas; intenciones ocultas; ideas tumbadas por otros...
Poco a poco, a medida que camina sin rumbo va poniendo caras y nombres propios. De vez en cuando se para en un escaparate, se toca la cara y comprueba su materia para seguir analizando el material del cual está hecho. También se agarra a asociaciones sin catalogar, algunas le llevan a sentarse en una barra de un bar y escuchar; otras le hacen valorar la circunvalación de vínculos que hay entre la gente que le ha parido sin querer... queriendo (como diría El Chavo del ocho). Y a las 24 horas de nacer empieza a sentir la necesidad de encontrar algo propio entre tanto cúmulo como respuestas/cura ante la certeza de que es fruto de un abandono inmaterial y colectivo. Es consciente de que nadie sabe que está ahí, de que nadie le reclama, su nacimiento ha pasado tan desapercibido como ignorada es su presencia en el mundo de los hechos. Saca del bolsillo una pastilla que ayuda a digerir estas cosas...
Ahora está aquí, le he invitado a un café de Etiopía. Y mientras le voy haciendo una transferencia ficción, saca un recuerdo (que nunca ha tenido) del bolsillo y se pone a dibujar a carboncillo un cruce de ideas propias. Después, le haré la entrevista 1002 y primera de 2012.
Comentarios
Aunque personalmente siento inclinación natural por los ‘atajos de una comedura sublime de tarro’, me admira y aplaudo que mezclando todo eso te salga Justo eso.
Fantástico relato una vez más.