Después de un año, tres días y una noche que parecía eterna, Carmina Valle Gaz encontró la aguja que buscaba en el pajar de su tía Romina. Al día siguiente falleció. Marcelo Carabanchel, un buen amigo de Carmina, trató de ponerse en contacto con la tía Romina Gaz, pero ésta desapareció del mapa el día que quiso encontrarse en él. Así se lo contó su compañera de residencia Fernanda Coto, con la que al parecer compartía memorias. Ahora Fernanda y Marcelo son lo único que queda de la familia Valle Gaz.
Ambos están jubilados y tienen tiempo y ganas de relacionar la búsqueda de la aguja (de la noche eterna) de Carmina con la desaparición (por querer encontrarse) de la tía Romina. Primero intercambian perfiles, describen a sus amigas y tratan de ser rigurosos y exactos. Marcelo posee la aguja, Carmina se la legó; y Fernanda la llave del pajar y de la casa de Romina. Así que deciden desplazar la búsqueda al lugar de los hechos, una pequeña finca difícil de encontrar; de hecho, el desvío que lleva hasta allí no está dibujado en el mapa.
Una vez ahí se sitúan en un rincón confortable y sugerente, entre el horizonte y el pajar, ante un anaranjado y cálido atardecer... La una frente al otro y ambos sin nada detrás, ni maletas vacías llenas de peso culpable. Un porche con techumbre de madera y pajizo, y una mesa improvisada sin orden ni soporte original (con superficie dispuesta a sostener una historia por completar) dan forma al contexto. Marcelo saca la aguja, Fernanda las memorias. La aguja palidece al entrar en contacto con algunos recuerdos de la desmemoria, pero destapa (como un bolígrafo de cristal tallado con chuleta) una secuencia de palabras, unidas a una frase que alguien escribió para evitar su olvido.
Las palabras decían: Si me encuentras, no me has olvidado. Si me buscabas, te reconoces. Has elegido, ahora decide.
Había más texto, pero desapareció cuando Marcelo y Fernanda cambiaron de tema. Sin embargo un déjà vu les sitúa en el mismo sueño y cuado despiertan recuerdan al mismo tiempo, pero cruzados. Fernanda descubre el momento en que Carmina comenzó a buscar y Marcelo encuentra la conexión con el mapa de Romina. Aquella aguja había cosido la infancia de Carmina a la esperanza (entonces por construir) de Romina, pero nunca llegaron a entenderlo. Con la trama sobre la mesa y todos los detalles todavía por juntar, Marcelo y Fernanda vuelven en sí y se alejan del no que acabó con Romina y Carmina.
Ya no queda nada de ellas, pero Fernanda y Marcelo van a escribir su historia. Lo han decidido, es su elección. Sin entrar en los porqués, saben que no anochecerá hasta que no la cierren. No tienen prisa, y cada vez descubren más de ellos en las coordenadas que les sitúan en el pajar y la finca. No les importa salirse del mapa, porque saben que alguien, a la vez, está tallando sus pasos en una entrada.
Comentarios
Como ves me ha costado ubicarme en el mapa, pero este post tiene los giros (el mejor, el cambio de tema tras el texto misterioso) y el tono exacto para que no me haya importado nada.
Vamos, que termino siendo lector/espectador de mis propias historias, porque salen del mapa por su propia cuenta y riesgo en dirección a la blogosfera.
Yo de agujas voy servida, pero voy a ver si encuentro el guisante que anda por el colchón.
Un misterio,
Tapón