Está solo y comprimido en el mundo, es un ser tan trasparente que no hace ni sombra. Y por mucho que grite, no le oye ni Dios. Pero gritar no es lo suyo. Rodrigo Tarmo escribe novelas de más de 900 páginas (normalmente interesantes), para sintetizarlas después en 120 páginas y terminar comprimiéndolas en una sola frase sin subordinación posible. Finalmente las distribuye en su estantería sin estantes (pero llena de significados repartidos). Toma aire, alimenta su invisibilidad, aparca las inquietudes y vuelve a empezar. Así un día tras otro, más un minuto de cortesía y un encuentro casual.
Le conocí al amanecer, después de cenar con mis amigos del Barrio Flamígero. Entre el sueño, el cansancio acumulado y los caldos distribuídos por mi estantería particular -también sin estantes- lo veía todo a través de la nada de la niebla. A contraluz, por casualidad y tatuado en el vapor de aquel marco, se presentó Rodrigo ante mí y me preguntó si necesitaba ayuda. Hice un chiste, que no recuerdo, y que no le hizo gracia (de eso sí me acuerdo) y me dijo: Cuando empieces a escribir esta historia no te olvides del soporte, que son la niebla y los estantes.
Al día siguiente le entrevisté después de la siesta del sábado. Llevaba un tomo de 1.200 páginas, una palabra sin pronunciar y un adverbio que había perdido la rabia y, cómo no, la frecuencia. Decidió presentarse en mi casa porque decía que sólo en mi portal había encontrado una especie de sombra de sí mismo. Empezamos a hablar, descorchó el Toro que traía bajo el brazo, nos reímos e incluso lloramos...
....A medida que la botella cedía espacio al tímido vacío, ambos íbamos llenando estantes y escribiendo páginas. Volvió a insistir en el soporte. Bromee y le dije que la madrugada pasada le entendí "la insoportable niebla de los instantes". En ese momento su sombra surgió y estrechó la mano de la mía. Pero lo hicieron sin que nos diéramos cuenta. Yo lo sé porque llevo el soporte de la historia.
Me contó su vida, en un verso que superó las 1.000 páginas escritas entre ambos. Luego nos despedimos de madrugada y me dijo que ahora me tocaba a mí comprimir lo dicho en una frase, porque él ya tenía sombra y por tanto podía romper su transparencia a golpe de contraluces y niebla. Mi novela ha terminado, sentenció.
Animado por el surrealismo mágico de aquel encuentro le hice caso. Primero repasé los hechos, lo dicho, lo escrito y los adverbios sin frecuencia (pero repletos de rabia); después quité aire al asunto y terminé llegando a la frase que encierra esta historia surgida de los vapores de la ilusión: Está solo y comprimido en el mundo, es un ser tan trasparente que no hace ni sombra. Y por mucho que grite, no le oye ni Dios.
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*Buscando "sombras a contraluz" llegué hasta la imagen que ilustra el post. La he tomado prestada de un blog titulado Sueños a contraluz y que casualmente contiene interesantes microrrelatos.
Comentarios
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Ya lo sé, es una fiplada, pero estoy con relajantes musculares y me acabo de tomar una copa de vino!!!
Pues eso: salud!!