Ir al contenido principal

Nota a cuatro melodías

La historia que viene a continuación no tiene que ver con nada. De hecho, nunca ha ocurrido. De hecho es producto de la imaginación anónima. De hecho, es una anécdota que nunca sucedió entre las 20 horas de un día cercano a las 8 horas de un día cualquiera que se aleja. De hecho, los hechos son parte una idea que nunca se pasó por la cabeza de nadie, sino que se coló en un lapsus ingenuo en mitad de un cruce por azar entre cuatro personas inconexas. 

alviento.cuatrovientos.org
 Si fuera una película arrancaría con un plano medio de una persona que se acerca al objetivo subjetivo de alguien que observa sin prestar atención a lo que ve. Esa persona es un tipo que va pensando algo mientras vocaliza (no sabemos si verbaliza) lo que parece una canción. Lleva auriculares y varias noches sin dormir. Intenta no pensar más de la cuenta. Intenta distraerse con los recursos que le quedan. Intenta no mirar al punto crítico que le ha torcido parte del gesto y del tobillo intolerante. Lo intenta, pero no lo consigue. Esos son verbos mayores. Cae una y otra vez en el mismo charco. Tropieza siempre con la misma castaña que él mismo coloca con mimo en sus travesías interiores.

Por otro plano se aproxima al final de un espacio una chica que duda de todo. Lo sabemos porque una voz en off nos lo sopla con complicidad y sin que ella lo sepa. Es su propia voz, que tiene una vida independiente de la garganta que la hace vibrar. No quiere llegar al final, sino explorar los rincones pendientes, las macetas sin agua ni plantas que se niegan a abandonar las medias fronteras. Desea atar tantos cabos como cordones forzadamente anudados; y levar el ancla de un fondo sin fondo. Pero con ganas de conectar con la superficie. Sin embargo, la salida clama y genera una atracción hacia sí misma que hace difícil ignorarla. Sabe que cruzarla depende del equilibrio entre su fuerza y el esfuerzo por reforzar la palabra seguir. 

El tercero del cruce es un hombre transparente. Que no invisible. Sin embargo, con tanto elemento propio a la vista cuesta descifrar sus códigos. Mira para un lado, guiña un ojo al cielo, suspira hacia adelante, cuestiona al viento que insiste en conmoverle, pero él de ahí no se mueve. Pasa desapercibido, pero no ignora sus límites. Y ellos, los límites, se comunican con él cuando cierra los ojos y pierde el Norte. Se citan en el Este, pero terminan por encontrarse al alba de un Sur que niega su parte oriental. Sabe que es el tercero. Es consciente de que nunca pasará a primeros planos. Es un dulce dolor que necesita para ponerse en su sitio. Sea éste cual sea.

La cuarta es una nota discordante emancipada de una orquesta confundida. Quiere sonar de manera diferente a la que se le atribuye. Cuando pasa por un fagot, se enfada; cuando vibra con las cuerdas de un piano, se conciencia; cuando retumba entre platillos, se expone; y cuando una voz ajena se apropia de ella, ella expropia parte de su pensamiento. Darse como nota no es lo suyo. Y como le ocurre al primer tipo del cruce se acerca a un primer plano sin pensar en las consecuencias de alcanzar un objetivo subjetivo. No por ello deja de tener una melodía por explorar

Cuando se produce el cruce, las cuatro partes de esta historia (que jamás tendrá lugar) se produce un sonido melódico que influye en una ocurrencia que termina en un dibujo compuesto por palabras. Es una ilustración con colores que cambian en función del sentido de la lectura. Es una historia triste que no quiere serlo y niega sus atributos y defectos para evitar desgastar las callejuelas que aún le quedan para encontrar una salida al plano impuesto. Nunca ha ocurrido. Jamás pasará. Es probable que nadie se fije en el dibujo del choque, porque los cruces no existen, son las mentes que los desvían. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...