Ir al contenido principal

ARBITRARIO VERANO

Me he despertado en mitad de la noche por este frío calor de agosto y al cántico futbolero de: "¡Árbitro valiente, valiente hijo de puta... Bis"! No sé que estaba soñando, lo he borrado, pero me temo que mi vida se jugaba en la cancha verde -creo recordar que de césped artificial- ante la atenta y ajena mirada de 80.000 personas. ¡Qué delirio! Insisto, no recuerdo nada, pero me huele que en aquel rectángulo de juego estaba solo... más la sombra muy oscura de un árbitro valiente.

Se acabó lo que se daba... huele a septiembre y a año nuevo por tanto. Por cierto, noto cierta ausencia de mala hostia. ¿Qué me pasa doctor? ¿Dónde están mis personajes? ¿Es que acaso la desconexión, la relajación, el llenar la retina con nuevos paisajes y el estómago de sidra está contraindicado con la existencia de Casimiros y dudosos Martínez y/o Donantes Gas... No puede ser!! Menos mal que los post de Medoblotravez y el Inventario, entre otros, me recuerdan la mar de reflexiones que hay que compartir.

Salud!

PD.: Menudo cabrón el árbitro, en el segundo sueño antes del amanecer, me ha sacado tarjeta roja. ¡Valiente hijo de puta! ¡Y sin explicaciones ni nada!

Comentarios

copifate ha dicho que…
Aprovechando este olor a Septiembre he buscado este blog y lo he encontrado con aromas de relajantes vacaciones y a sanas desconexiones y si me doy prisa puedo darme el gusto de ser el primer comentario de la temporada.
Bienvenido Daniel al vértigo de la septembrada en donde puedes elevar con tus entradas el ya alto nivel de tu periodismo de la ficción. ¡Bienvenido!
Silvia MV. ha dicho que…
Bienvenido al nuevo curso Dani.
Miguel Ángel Pegarz ha dicho que…
La tarjeta roja es porque te escuchó lo de la ausencia de mala hostia. Es el tratamiento inicial, los madrugones y el curro completan el tratamiento.
No se si decir que me alegro d etu vuelta, porque es un poco cabrón alegrarse de que se te acaben las vacaciones :-)

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...