Se
conocieron en un bar de losers 36 minutos antes de 2011. Así empieza la historia de Hana y John, una experimentada (48 años) amante del rock sonido garaje y un iconoclasta mod (50 años) adicto al power pop y al doo wap de los 60s.
Aquel nefasto 2011 había sumergido a ambos en un escenario sin cabezas de cartel ni teloneros. Lo habían perdido todo. Ni trabajos ni parejas ni nada. No dormían en la calle porque siempre quedaba alguien cerca que les daba alojamiento y poco más. Vívían del recuerdo (lo que les daba algo de valor) y de la supervivencia innata. Afortunadamente llegó la Nochevieja y ambos caminos se cruzaron en la barra de Paqui Dermo (apodo de Francisca Dermana); así se llamaba la propietaria del Bar más sórdido de Castrunteriza (una localidad donde se trafica con adverbios): El Hipopótamo Rosa y las desconsideradas de azul.
Aquel nefasto 2011 había sumergido a ambos en un escenario sin cabezas de cartel ni teloneros. Lo habían perdido todo. Ni trabajos ni parejas ni nada. No dormían en la calle porque siempre quedaba alguien cerca que les daba alojamiento y poco más. Vívían del recuerdo (lo que les daba algo de valor) y de la supervivencia innata. Afortunadamente llegó la Nochevieja y ambos caminos se cruzaron en la barra de Paqui Dermo (apodo de Francisca Dermana); así se llamaba la propietaria del Bar más sórdido de Castrunteriza (una localidad donde se trafica con adverbios): El Hipopótamo Rosa y las desconsideradas de azul.
Dos perdedores que nunca han querido ser nada más que lo puesto. "Lo que llevo es lo que soy", reza el tatuaje en la espalda de Hana. Dos extraños (incluso de sí mismos) habitan junto a Paqui ese espacio, pasadas las 23:30 del 31 de diciembre de 2011. Se ven, se miran y se invitan a pasar a sus vidas... Aún sobrios pero sabiendo que acabarán entregados al manto etílico de la noche más catártica del año, apoyan los codos en sendos escaños de la infame barra del Hipopótamo.
Hablan de música, repasan sus vidas con melodías roqueras de seducción. Un mod tan iconoclasta como ecléctico encuentra cobijo en la sabiduría de una doctora del rock, y viceversa. Paqui, consciente del universo de mierda que propone a sus clientes desde los años 70, enarbola su rostro de orgullo; no es la primera vez que logra unir a perdidos. Les dan las uvas y ni se enteran. Repasan los temas que más les han emocionado en sus vidas. Paqui, mientras, va pinchando... Porque tiene de todo en su discoteca.
Recuerdan, reeditan ideas abandonadas, beben, bailan... Cada vez más histriónicos y exagerados al ritmo del whisky emocional y pasional de Paqui. Ajenos al cambio de año. Ajenos a sí mismos. Solo pendientes del instante que les ha tocado vivir. El futuro es un intangible que desalojaron de sus contextos hace unos años; no cuentan con él, no creen en él.
Recuerdan, reeditan ideas abandonadas, beben, bailan... Cada vez más histriónicos y exagerados al ritmo del whisky emocional y pasional de Paqui. Ajenos al cambio de año. Ajenos a sí mismos. Solo pendientes del instante que les ha tocado vivir. El futuro es un intangible que desalojaron de sus contextos hace unos años; no cuentan con él, no creen en él.
Tres años después, aquella canción, ya un álbum que apunta a ópera rock, sigue componíendose... Tan heterodoxo como evolutivo. Así que a dos minutos de
2014 se han dado el No quiero, se han sobrescrito y han volado a 1931... Hasta una taberna donde empieza la música que los parió.
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Gali-leo