Por la herida de Dalia Perdona sólo salían palabras desgastadas pertenecientes a otra época. Y por la boca, hacía tiempo que había muerto el pez volador. Sin embargo, tenía la esperanza de morir cobijada en las tablas que había adquirido con los años. Tablas que le daban seguridad ante la inseguridad; experiencia que había sumado con la lucha del día a día. Perdona era una perdedora entre las perdedoras, pero sabría morir tranquila y sin complejos.
Cuando llegó su hora se refugió en los minutos de otra persona (que seguramente ni conocía) y salió por patas en busca de los segundos restantes. Aún no quería desaparecer del mapa en el que la habían trazado. Sus tablas, en este caso no hicieron de cobijo, sino de salvación para ganarle una partida a lo inevitable. Después aún tuvo tiempo de convertirlas en trampolín para llevarse unos metros de altura de ventaja.
Y cuando quiso darse cuenta ya estaba ante la muerte. Llegado el momento, la saludó. La atendió, e incluso trató de dialogar con ella. Pero no fue posible. La muerte no sabe conversar, sólo cumplir su función. Eso sí, antes de arropar a Dalia, habló por primera vez... en su vida. ¡Qué paradójico! Y fue para pedirle un favor: ¡Pásame algo de eso que tú tienes! Después, confesó que se encontraba algo perdida y con sentido de culpa, así que antes de llevársela sentenció: Dalia, Perdona.
Comentarios
Yo con la lagrimilla esperando lo inevitable y de pronto... 'pásame algo de eso que tú tienes'. A lo Woody Allen.