Se coló entre dos ideas aparentes y la cabrona no sabía cómo salir de la mente invadida. Ahora, receptora y ocurrencia no saben cómo encontrarse, aunque sí saben que están en un mismo espacio. Al mismo tiempo y en la misma superficie: Así funciona dice alguien de fondo, ajeno a los hechos; un sin techo, que ocupa una porción de acera cercana, recuerda una reprimernda de la infancia, pero la mata con un mal trago; y un kioskero sin kiosco lee el periódico que le ha vendido un intruso de la profesión. Ocurrencia y mente receptora tratan de absorber lo que ocurre, porque saben, sin saber que todo está asociado.
Una hora después, con el calor haciendo de las suyas y los demás ocupando sus papeles en esta pequeña historia (de entrada), ocurrencia invasora y mente receptora se encuentran en una fuente cercana a una sensación de antaño. De la unión brota por fin un charco que no refleja, pero que contiene en su fondo los mismos detalles y sentidos que se dejarían ver en el espejo de agua. En el charco conviven: vecinos, rivales, amigos circunstanciales y maestros con enemigos, ideas que no llegaron a nada, policías municipales, floristas y un par de jugadoras de fútbol.
Un año después, reconocido y asumido el surrealismo, antepuesto al realismo que no termina de llegar a la mente recptora, el charco ya tiene forma de mar; aunque en algún momento llegó a encapsularse en un acuario de 25 litros, muy concentrado. Y parece, dice el sin techo en su porción de acera, que no es pez todo lo que reluce. Al contrario, añade el kioskero (que no se acepta sin su puesto de siempre y en permanente expropiación), aquí hay más especies que en esa... especie de realidad que daba cobijo a la ocurrencia (antes huérfana) y a esa mente -por fin- con espacio de recreo para dar forma a la idea. ¡Menuda fauna! Concluye un servidor.
*La imagen viene de Fotomaf.
Comentarios
Y lo cierto es que ocurrencia+miga+charco es hoy para mí, la mezcla perfecta.