Sintieron la necesidad de dejar de ser unos colgados. Ella les había sacado del almacén tarde, y por tanto, ya les había sacado antes de quizio. La foto retrata lo que queda de ellos. Y en la calle, en alguna calle, van juntos -seguramente corriendo- un grupo de personajes sin percha... ni cartón. Indocumentados, emancipados, dispersos, necesitados de quedarse sin aliento antes de pensar qué ser si no se está colgado.
Son un grupo de personajes nuevos, con el sentido de la gravedad recién estrenado. Ella, Verónica Supadresan, les había sacado el máximo rendimiento, pero nunca se rindió... Y eso pasa factura; las consecuencias de verse abandonada por los personajes que diseñó, parió y dejó secar en exceso. No es un drama que esté sola; sabe recomponerse y reinventarse. No, no hay drama, y sí una trama llena de pliegues, surcos, espacios y requicios con distintos sabores y tonalidades por descubrir. El problema es que ellos, sus criaturas, están descontroladas y carecen de referencias reales en las que apoyarse para aprender a autodefinirse sin cuelgues.
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