Tengo un problema, doctor, le dijo al médico de cabecera. No, señor, usted lo que tiene es un agravante en los cojones, respondió Don Damián. Después del susto vino el desmayo y al despertar, soñó que por fin volvía a reconciliarse con el sueño. Cipriano Barreño siempre se ha sentido un bulto en su barrio, en la vida, en el seno de su familia. Y por cuestiones de somatización, se conoce (diría aquel...), que este concepto de bulto ha terminado cogiendo sitio en la bolsa escrotal.
Hacer bulto, sentirse un grano, adquirir la 'forma' de un gusano, reptar por lo oscuro de uno mismo, subir por donde todos bajan, olerse y caerse mal, sentenciarse a muerte parcial, condenarse... Todo un cuadro patológico que termina en el síntoma más común... Doctor, lo que me pasa es que soy transparente, no llego ni a translúcido... ¡Invisible, diría!
Don Damián, que con los años ha cogido mucho cariño a Cipriano, le saca de la consulta. Salen a la calle, pasean, analizan cantatas barrocas, recuerdan, coinciden en reconocer un tic nervioso común cada vez que ven a Aída Nizar por la tele... ¿Los ves? Cipriano. Mírate en ese escaparate... ¿Dónde está el bulto? Pregunta Don Damián. En los cojones, contesta Cipriano. ¿Lo ves? Debes separar las cosas. Los agravantes como el tuyo se pasan... Sólo tienes que invitarle desdramatizar. Y eso empieza por uno mismo.
Lo haré doctor, desalojaré la sala. Me lo pide el cuerpo. Y así, Doctor y paciente, con agravante metagenital sobre la mesa, dividen sus caminos; y aunque no procede (por lógica deontológica) saben que hace mucho se inició su peculiar y propio camino de una bonita amistad.
Hacer bulto, sentirse un grano, adquirir la 'forma' de un gusano, reptar por lo oscuro de uno mismo, subir por donde todos bajan, olerse y caerse mal, sentenciarse a muerte parcial, condenarse... Todo un cuadro patológico que termina en el síntoma más común... Doctor, lo que me pasa es que soy transparente, no llego ni a translúcido... ¡Invisible, diría!
Don Damián, que con los años ha cogido mucho cariño a Cipriano, le saca de la consulta. Salen a la calle, pasean, analizan cantatas barrocas, recuerdan, coinciden en reconocer un tic nervioso común cada vez que ven a Aída Nizar por la tele... ¿Los ves? Cipriano. Mírate en ese escaparate... ¿Dónde está el bulto? Pregunta Don Damián. En los cojones, contesta Cipriano. ¿Lo ves? Debes separar las cosas. Los agravantes como el tuyo se pasan... Sólo tienes que invitarle desdramatizar. Y eso empieza por uno mismo.
Lo haré doctor, desalojaré la sala. Me lo pide el cuerpo. Y así, Doctor y paciente, con agravante metagenital sobre la mesa, dividen sus caminos; y aunque no procede (por lógica deontológica) saben que hace mucho se inició su peculiar y propio camino de una bonita amistad.
Comentarios
Se conoce que me hacían falta unas risas y desdramatizar a costa de desdramatizaciones ajenas.
Gracias por este respiro en días de narices taponadas.
Se conoce que me hacían falta unas risas y desdramatizar a costa de desdramatizaciones ajenas.
Gracias por este respiro en días de narices taponadas.
Aunque va a dar igual, yo soy aquél cristal en medio de la cristalería, el que pasa más inadvertido aunque grite en silencio como el Sr. Barreño.